»El pecado de Judá está escrito con cincel de hierro; grabado está con punta de diamante sobre la tabla de su corazón y sobre los cuernos de sus altares. Aún sus hijos recuerdan sus altares y las imágenes de Aserá junto a los árboles frondosos sobre las altas colinas, y sobre mi montaña a campo abierto. Así que entregaré como botín tu riqueza, tus tesoros y tus altares paganos, por todos tus pecados en todo tu territorio. Por tu culpa perderás la herencia que yo te había dado. Te haré esclava de tus enemigos, en un país para ti desconocido, porque has encendido mi ira, la cual se mantendrá ardiendo para siempre». Así dice el SEÑOR: «¡Maldito aquel que confía en los hombres, que se apoya en fuerzas humanas y aparta su corazón del SEÑOR! Será como una zarza en el desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del desierto, en tierras de sal, donde nadie habita. »Bendito el hombre que confía en el SEÑOR y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia y nunca deja de dar fruto». Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo? «Yo, el SEÑOR, sondeo el corazón y examino los pensamientos, para darle a cada uno según sus acciones y según el fruto de sus obras». El que acapara riquezas injustas es como una perdiz que empolla huevos que no puso. En la mitad de la vida las perderá y al final se mostrará como un insensato. Trono glorioso, exaltado desde el principio es el lugar de nuestro santuario. SEÑOR, tú eres la esperanza de Israel, todo el que te abandona quedará avergonzado. El que se aparta de ti quedará como algo escrito en el polvo, porque abandonó al SEÑOR, fuente de aguas vivas. Sáname, SEÑOR, y seré sanado; sálvame y seré salvo, porque tú eres mi alabanza. No falta quien me pregunte: «¿Dónde está la palabra del SEÑOR? ¡Que se cumpla ya!». Pero yo no me he apresurado a abandonarte y dejar de ser tu pastor; tampoco he deseado que venga el día de la calamidad. Tú bien sabes lo que he dicho, pues lo dije en tu presencia. No seas para mí un motivo de terror; tú eres mi refugio en tiempos de calamidad. ¡No me pongas a mí en vergüenza; avergüénzalos a ellos! ¡No me llenes de terror a mí; aterrorízalos a ellos! Envíales tiempos de calamidad; ¡destrózalos y vuelve a destrozarlos!
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