Y los bendijo con estas palabras: «Que el Dios en cuya presencia caminaron mis padres, Abraham e Isaac, el Dios que ha sido mi pastor desde el día en que nací hasta hoy, el ángel que me ha rescatado de todo mal, bendiga a estos jóvenes. Que por medio de ellos sea recordado mi nombre y el de mis padres, Abraham e Isaac. Que crezcan y se multipliquen sobre la tierra». A José no le agradó ver que su padre pusiera su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, así que tomando la mano de su padre, la pasó de la cabeza de Efraín a la de Manasés, mientras reclamaba: —¡Así no, padre mío! ¡Pon tu mano derecha sobre la cabeza de este, que es el primogénito! Pero su padre se resistió y contestó: —¡Ya lo sé, hijo, ya lo sé! También él gestará a un pueblo y llegará a ser importante. Pero su hermano menor será aún más importante y su descendencia dará origen a muchas naciones. Aquel día Jacob los bendijo así: «Esta será la bendición que en Israel se habrá de pronunciar: “Que Dios haga contigo como a Efraín y a Manasés”». De este modo Israel dio a Efraín la primacía sobre Manasés. Finalmente, Israel dijo a José: —Yo estoy a punto de morir, pero Dios estará con ustedes y los hará volver a la tierra de sus antepasados. Y a ti, que estás por encima de tus hermanos, te doy Siquén, tierra que arrebaté a los amorreos con mi espada y con mi arco.
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