Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar. Era casi el mediodía. Sintió hambre y quiso algo de comer. Mientras le preparaban la comida, tuvo una visión. Vio el cielo abierto y algo parecido a una gran sábana que, suspendida por las cuatro puntas, descendía hacia la tierra. En ella había toda clase de cuadrúpedos, como también reptiles y aves. —Levántate, Pedro, mata y come —le dijo una voz. —¡De ninguna manera, Señor! —respondió Pedro—. Jamás he comido nada impuro o inmundo. Por segunda vez le insistió la voz: —Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro. Esto sucedió tres veces y enseguida la sábana fue recogida al cielo.
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