¡Escuchen esto, todos los pueblos! ¡Presten atención, habitantes de todo el mundo! Los de las altas esferas y la gente común, ricos y pobres: ¡oigan! Pues mis palabras son sabias y mis pensamientos están llenos de buena percepción. Escucho con atención muchos proverbios y resuelvo enigmas con la inspiración del sonido de un arpa. ¿Por qué tendría que temer cuando vienen dificultades, cuando los enemigos me rodean? Ellos se fían de sus posesiones y se jactan de sus grandes riquezas. Sin embargo, no pueden redimirse de la muerte pagándole un rescate a Dios. La redención no se consigue tan fácilmente, pues nadie podrá jamás pagar lo suficiente como para vivir para siempre y nunca ver la tumba. Los sabios finalmente tendrán que morir, al igual que los necios y los insensatos, y dejarán toda su riqueza atrás. La tumba es su hogar eterno, donde permanecerán para siempre. Podrán ponerle su propio nombre a sus propiedades, pero su fama no durará. Morirán, al igual que los animales. Ese es el destino de los necios, aunque sean recordados como si hubieran sido sabios. Interludio
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