Oh SEÑOR, ¿qué son los seres humanos para que te fijes en ellos, los simples mortales para que te preocupes por ellos? Pues son como un suspiro; sus días son como una sombra pasajera. Abre los cielos, SEÑOR, y desciende; toca las montañas para que echen humo. ¡Lanza tus rayos y esparce a tus enemigos! ¡Dispara tus flechas y confúndelos! Alcánzame desde el cielo y rescátame; sálvame de las aguas profundas, del poder de mis enemigos. Su boca está llena de mentiras; juran decir la verdad pero, al contrario, mienten.
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