Abre mis ojos, para que vea las verdades maravillosas que hay en tus enseñanzas. No soy más que un extranjero en la tierra. ¡No escondas de mí tus mandatos! Siempre me conmueve el deseo de conocer tus ordenanzas. Tú reprendes al arrogante; los que se alejan de tus mandatos son malditos. No permitas que se burlen de mí y me insulten, pues he obedecido tus leyes. Hasta los príncipes se sientan y hablan contra mí, pero yo meditaré en tus decretos. Tus leyes me agradan; me dan sabios consejos. Estoy tirado en el polvo; revíveme con tu palabra. Te conté mis planes y me respondiste. Ahora, enséñame tus decretos. Ayúdame a comprender el significado de tus mandamientos, y meditaré en tus maravillosas obras.
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