La Sabiduría edificó su casa; labró sus siete pilares. Preparó un gran banquete, mezcló los vinos y puso la mesa. Envió a sus sirvientes para que invitaran a todo el mundo. Ahora convoca desde el lugar más alto con vista a la ciudad: «Entren conmigo», clama a los ingenuos. Y a quienes les falta buen juicio, les dice: «Vengan, disfruten mi comida y beban el vino que he mezclado. Dejen atrás sus caminos de ingenuidad y empiecen a vivir; aprendan a usar el buen juicio». El que reprende a un burlón recibirá un insulto a cambio; el que corrige al perverso saldrá herido. Por lo tanto, no te molestes en corregir a los burlones; solo ganarás su odio. En cambio, corrige a los sabios y te amarán. Instruye a los sabios, y se volverán aún más sabios. Enseña a los justos, y aprenderán aún más. El temor del SEÑOR es la base de la sabiduría. Conocer al Santo da por resultado el buen juicio. La sabiduría multiplicará tus días y dará más años a tu vida. Si te haces sabio, serás tú quien se beneficie. Si desprecias la sabiduría, serás tú quien sufra. La mujer llamada Necedad es una atrevida y aunque no se da cuenta es una ignorante. Se sienta a la entrada de su casa, en el lugar más alto con vista a la ciudad. Llama a los hombres que pasan por ahí, ocupados en sus propios asuntos. «Entren conmigo», les dice a los ingenuos. Y a los que les falta buen juicio, les dice: «¡El agua robada es refrescante; lo que se come a escondidas es más sabroso!». Pero lo que menos se imaginan es que allí están los muertos. Sus invitados están en lo profundo de la tumba.
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