A la mañana siguiente, Balaam se levantó y les dijo a los funcionarios de Balac: «¡Regresen a casa! El SEÑOR no me dejará ir con ustedes». Entonces los oficiales moabitas regresaron al rey Balac y le informaron: «Balaam se negó a venir con nosotros». Así que Balac intentó de nuevo. Esta vez envió a un mayor número de funcionarios, aún más distinguidos que los que envió la primera vez. Llegaron donde estaba Balaam y le transmitieron el siguiente mensaje: «Esto dice Balac, hijo de Zipor: “Por favor, no permitas que nada te impida venir a ayudarme. Te pagaré muy bien y haré todo lo que me pidas. ¡Solamente ven y maldíceme a este pueblo!”». Entonces Balaam les respondió a los mensajeros de Balac: «Aunque Balac me diera su palacio repleto de plata y oro, yo no podría hacer absolutamente nada en contra de la voluntad del SEÑOR mi Dios. Pero quédense aquí una noche más y veré si el SEÑOR tiene algo más que decirme». Esa noche Dios vino a Balaam y le dijo: «Ya que estos hombres vinieron por ti, levántate y ve con ellos, pero solo haz lo que yo te indique».
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