Esto dice el SEÑOR Soberano, el Santo de Israel: «Ustedes se salvarán solo si regresan a mí y descansan en mí. En la tranquilidad y en la confianza está su fortaleza; pero no quisieron saber nada de esto. “No —dijeron ustedes—, nuestra ayuda vendrá de Egipto; ellos nos darán caballos veloces para entrar en batalla”. Sin embargo, la única velocidad que verán ¡será la de sus enemigos dándoles caza! Uno de ellos perseguirá a mil de ustedes y cinco de ellos los harán huir a todos. Quedarán como un asta de bandera solitaria sobre una colina o como un estandarte hecho jirones en la cima de un monte lejano». Así que el SEÑOR esperará a que ustedes acudan a él para mostrarles su amor y su compasión. Pues el SEÑOR es un Dios fiel. Benditos son los que esperan su ayuda. Oh pueblo de Sion, que vives en Jerusalén, ya no llorarás más. Él será compasivo si le pides ayuda; sin ninguna duda, él responderá a los clamores. Aunque el Señor te dio a comer adversidad y a beber sufrimiento, él seguirá contigo a fin de enseñarte; verás a tu maestro con tus propios ojos. Tus oídos lo escucharán. Detrás de ti, una voz dirá: «Este es el camino por el que debes ir», ya sea a la derecha o a la izquierda.
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