»Entonces, tal como el SEÑOR nuestro Dios nos ordenó, partimos del monte Sinaí y cruzamos el inmenso y terrible desierto, como seguramente ustedes recuerdan, y nos dirigimos hacia el territorio montañoso de los amorreos. Al llegar a Cades-barnea, les dije: “Han llegado al territorio montañoso de los amorreos, el cual el SEÑOR nuestro Dios nos da. ¡Miren! El SEÑOR su Dios ha puesto esta tierra delante de ustedes. Vayan y tomen posesión de ella como les dijo en su promesa el SEÑOR, Dios de sus antepasados. ¡No tengan miedo ni se desanimen!”.
»Sin embargo, todos ustedes se acercaron y me dijeron: “Primero enviemos espías a que exploren la tierra por nosotros. Ellos nos aconsejarán cuál es la mejor ruta para tomar y en qué aldeas entrar”.
»Me pareció una buena idea, así que elegí a doce espías, uno de cada tribu. Se dirigieron hacia la zona montañosa, llegaron hasta el valle de Escol y lo exploraron. Cortaron algunos frutos y los trajeron; luego nos informaron lo siguiente: “La tierra que el SEÑOR nuestro Dios nos ha dado es en verdad una muy buena tierra”.
SEÑOR
»Sin embargo, ustedes se rebelaron contra la orden del SEÑOR su Dios y se negaron a entrar. Se quejaron dentro de sus carpas y dijeron: “Seguro que el SEÑOR nos odia. Por eso nos trajo desde Egipto, para entregarnos en manos de los amorreos para que nos maten. ¿Adónde podemos ir? Nuestros hermanos nos desmoralizaron cuando nos dijeron: ‘Los habitantes de esa tierra son más altos que nosotros y son más fuertes, y las ciudades son grandes, ¡con murallas que llegan hasta el cielo! ¡Hasta vimos gigantes, los descendientes de Anac!’”.
»Pero yo les dije: “¡No se asusten ni les tengan miedo! El SEÑOR su Dios va delante de ustedes. Él peleará por ustedes tal como vieron que hizo en Egipto. También vieron cómo el SEÑOR su Dios los cuidó todo el tiempo que anduvieron por el desierto, igual que un padre cuida de sus hijos; y ahora los trajo hasta este lugar”.
»Pero aun después de todo lo que él hizo, ustedes se negaron a confiar en el SEÑOR su Dios, quien va delante de ustedes buscando los mejores lugares para que acampen, y guiándolos, de noche con una columna de fuego y de día con una columna de nube.
»Cuando el SEÑOR oyó que se quejaban, se enojó mucho y entonces juró solemnemente: “Ninguno de esta generación perversa vivirá para ver la buena tierra que juré dar a sus antepasados, excepto Caleb, el hijo de Jefone. Él verá la tierra porque siguió al SEÑOR en todo. Les daré a él y a sus descendientes parte de esa misma tierra que exploró durante su misión”.
»Además, el SEÑOR se enojó conmigo por culpa de ustedes. Me dijo: “Moisés, ¡tú tampoco entrarás en la Tierra Prometida! En cambio, será tu ayudante Josué, hijo de Nun, quien guiará al pueblo hasta llegar a la tierra. Anímalo, porque él irá al frente cuando los israelitas tomen posesión de ella. Daré la tierra a los pequeños del pueblo, a los niños inocentes. Ustedes tenían miedo de que los pequeños fueran capturados, pero serán ellos los que entrarán a poseerla. En cuanto a ustedes, den la vuelta y regresen por el desierto hacia el mar Rojo”.
»Luego ustedes confesaron: “¡Hemos pecado contra el SEÑOR! Ahora iremos y pelearemos por la tierra como el SEÑOR nuestro Dios nos lo ordenó”. Entonces los hombres tomaron sus armas porque pensaron que sería fácil atacar la zona montañosa.
»Pero el SEÑOR me encargó que les dijera: “No ataquen, porque yo no estoy con ustedes. Si insisten en ir solos, serán aplastados por sus enemigos”.
»Eso fue lo que les dije, pero ustedes no quisieron escuchar. En cambio, se rebelaron otra vez contra la orden del SEÑOR y marcharon con arrogancia a la zona montañosa para pelear. Entonces los amorreos que vivían allí salieron a atacarlos como un enjambre de abejas. Los persiguieron y los vencieron por todo el camino desde Seir hasta Horma. Luego ustedes regresaron y lloraron ante el SEÑOR, pero él se negó a escucharlos. Por eso se quedaron en Cades por mucho tiempo.