»Aunque caven hasta el lugar de los muertos, allí descenderé y los sacaré. Aunque suban hasta los cielos, de allí los derribaré. Aunque se escondan en la cumbre del monte Carmelo, allí los buscaré y los capturaré. Aunque se oculten en el fondo del océano, enviaré tras ellos a la serpiente marina para que los muerda. Aunque sus enemigos los lleven al destierro, ordenaré a la espada que allí los mate. Estoy decidido a traerles desastre y no a ayudarlos». El Señor, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, toca la tierra y esta se derrite, y todos sus habitantes lloran. La tierra sube como el río Nilo en tiempo de inundaciones, y luego vuelve a hundirse. El hogar del SEÑOR llega hasta los cielos, mientras que sus cimientos están en la tierra. Él levanta agua de los océanos y la vierte como lluvia sobre la tierra. ¡El SEÑOR es su nombre! «Israelitas, ¿son ustedes más importantes para mí que los etíopes? —pregunta el SEÑOR—. Saqué a Israel de Egipto, pero también traje a los filisteos de Creta y a los arameos de Kir. »Yo, el SEÑOR Soberano, estoy vigilando a esta nación pecaminosa de Israel y la destruiré de la faz de la tierra. Sin embargo, nunca destruiré por completo a la familia de Israel —dice el SEÑOR—. Pues daré la orden y sacudiré a Israel junto con las demás naciones como se sacude el grano en un cernidor; sin embargo, ningún grano verdadero se perderá. En cambio, todos los pecadores morirán a filo de espada, esos que dicen: “Nada malo nos sucederá”. »En aquel día restauraré la casa caída de David. Repararé sus muros dañados. De las ruinas, la reedificaré y restauraré su gloria anterior. Israel poseerá lo que quede de Edom y todas las naciones que he llamado a ser mías». El SEÑOR ha hablado y cumplirá estas cosas. «Llegará el día —dice el SEÑOR— en el que el grano y las uvas crecerán más rápido de lo que puedan ser cosechados. ¡Entonces los viñedos en las terrazas de las colinas de Israel destilarán vino dulce! Traeré a mi pueblo Israel de su cautiverio en tierras lejanas; reedificarán sus ciudades que están en ruinas y nuevamente vivirán en ellas. Plantarán viñedos y huertos; comerán sus cosechas y beberán su vino. Los plantaré firmemente allí en su propia tierra. Nunca más serán desarraigados de la tierra que yo les di», dice el SEÑOR tu Dios.
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