Después de esto, David le preguntó al SEÑOR: —¿Debo regresar a alguna de las ciudades de Judá? —Sí —respondió el SEÑOR. —¿A qué ciudad debo ir? —preguntó David. —A Hebrón —contestó el SEÑOR. Las dos esposas de David eran Ahinoam de Jezreel y Abigail, la viuda de Nabal de Carmelo. David, sus esposas y los hombres de David junto con sus familias se mudaron a Judá, y se establecieron en las aldeas cercanas a Hebrón. Después llegaron los hombres de Judá y ungieron a David rey del pueblo de Judá. Cuando David se enteró de que los hombres de Jabes de Galaad habían enterrado a Saúl, les envió el siguiente mensaje: «Que el SEÑOR los bendiga por haber sido tan leales a su señor Saúl y por haberle dado un entierro digno. ¡Que el SEÑOR, a cambio, sea leal a ustedes y los recompense con su amor inagotable! Yo también los recompensaré por lo que han hecho. Ahora que Saúl ha muerto, les pido que sean mis súbditos valientes y leales, igual que el pueblo de Judá, que me ha ungido como su nuevo rey».
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