La búsquedaMuestra

En las primeras cuatro preguntas, Dios sostiene la linterna para que el mortal se busque a sí mismo en relación con Dios: ¿Dónde estás tú ? ¿Quién te dijo eso a ti ? ¿Qué estás buscando tú ? ¿Por qué tienes miedo? En radiante contraste, la pregunta de cuánto más siempre sacará la mirada del buscador de la verdad de la turbia profundidad del autoenfoque hacia el horizonte donde la salida del sol pinta el cielo con spray.

"Si tú, que eres malvado, sabes dar buenos regalos a tus hijos, ¿cuánto más dará el Padre celestial ...?" Lucas 11: 13a

Cristo da la respuesta a través de la retórica de la pregunta: ¿Cuánto más?

Mucho más.

Esa pregunta y respuesta de tres palabras siempre desata un desbordamiento de esperanza.

Una comparación entre la redacción de Lucas y la redacción de Mateo en esta porción de la enseñanza de Cristo es fascinante. Lee Mateo 7: 7-11. ¿Qué opinas de eso?

En las palabras finales del libro de los Hechos, Lucas había hecho referencia al Espíritu Santo más de cincuenta y cinco veces. ¿Qué importancia tiene Hechos 10:45?

Después de todo lo que Lucas había visto, oído y experimentado, no es de extrañar que, bajo la inspiración de Dios, su Evangelio diga: "¿Cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?" (Lucas 11:13). Sabía con cada rastro de su ser que no había ningún don en la tierra como el Espíritu Santo. Imagina a un médico que ha construido una carrera a partir del conocimiento sistematizado de los métodos científicos, que se queda atrás y observa al Espíritu Santo desafiar las explicaciones y las leyes de la naturaleza. Lucas no era un tonto crédulo. Era experto en probar efectos para determinar las causas. Había visto innumerables manifestaciones del Espíritu a través de la palabra, la curación y los hechos, y Dios lo había empleado para inscribir registros permanentes de encuentros milagrosos provocados por el mismo Espíritu.

Recuerda, Dios es un dador. En las fascinantes palabras de Romanos 8:32, "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?" (ESV). Podríamos testificar de los dones temporales que Dios nos ha dado hasta que nuestras voces se vuelvan roncas, pero la suma de ellos palidece en comparación con el don supremo del propio Espíritu de Cristo. En este único presente, pasamos toda la vida desenvolviendo a otros infinitos: Sus comodidades, Sus gozos, Sus nombramientos, Sus poderes, Sus direcciones, Sus afectos. Para estos no hay fin.