El Llamado a Generar Hijos EspiritualesMuestra

El Llamado a la fructificación espiritual

La historia de Onán, encontrada en Génesis 38:8-10, es una advertencia poderosa sobre el peligro de buscar placer sin responsabilidad. Onán era hijo de Judá y fue instruido para cumplir la ley del levirato, que exigía que se casara con la viuda de su hermano mayor, Er, para generar hijos en nombre del hermano fallecido. Sin embargo, Onán, aunque tenía relaciones sexuales con Tamar, derramaba su semen en el suelo para evitar generar hijos. Esta acción egoísta y desobediente resultó en la ira de Dios y en la muerte prematura de Onán.

El acto de Onán fue un claro ejemplo de egoísmo espiritual. Eligió satisfacerse sin cumplir su obligación de levantar descendencia para su hermano. Esta actitud mostró falta de respeto tanto hacia Tamar como hacia los mandamientos de Dios. La consecuencia inmediata fue severa: Dios lo quitó de la tierra por su desobediencia.

Como cristianos, somos llamados a ser fructíferos y a hacer discípulos de todas las naciones, conforme a la Gran Comisión de Jesús en Mateo 28:19. En Juan 15:5, Jesús nos recuerda que Él es la vid y nosotros somos las ramas; quien permanece en Él y Él en nosotros, ese da mucho fruto. La fructificación espiritual no es solo un mandamiento, sino una expresión de nuestra conexión con Cristo.

Generar frutos espirituales significa vivir una vida que refleje los valores del Reino de Dios y que impacte positivamente a aquellos a nuestro alrededor. No se trata solo de nuestra edificación personal, sino de influir en otros para que también conozcan y sigan a Cristo. Como seguidores de Jesús, debemos buscar oportunidades para compartir nuestra fe, servir a los demás y discipular a nuevos creyentes.

En este primer día del devocional, reflexiona sobre cómo la historia de Onán puede servir como una advertencia en tu vida espiritual. Evalúa tus actitudes, acciones y prioridades, y pídele a Dios que te dé un corazón dispuesto a generar frutos que glorifiquen Su nombre. Que podamos seguir el ejemplo de Jesús, nuestro hermano mayor, y cumplir el llamado de generar hijos espirituales para el Reino de Dios.