Hacia lo NuevoMuestra

En su noche más difícil, Jesús se arrodilló ante el Padre y el Cielo se trasladó a la Tierra. Jesús tenía una misión por cumplir y no se libraría del sufrimiento que le esperaba. En ese caso, la respuesta de su Padre fue un aparente «no».

El camino a la salvación del mundo fue a través del sufrimiento y Jesús tendría que soportarlo. No había otra manera, era parte de su propósito para la humanidad.

A pesar de esto, gracias a su rendición, Jesús recibió un toque del Cielo que renovó sus fuerzas y lo preparó para lo que tendría que enfrentar. Gracias a Su obediencia, el camino al Cielo fue abierto.

Cuando nos acercamos a Dios en oración, quizás no recibiremos la respuesta que esperamos o un camino fácil, pero los frutos de nuestra obediencia son de valor incalculable. Dios ve el panorama completo y dentro de sus propósitos, algo siempre está ocurriendo. Lo que Dios hace tiene un sello de esperanza y victoria, y Dios nos invita a dar pasos de fe y a confiar en él. Quizás algún día lo entendamos, pero, mientras tanto, que nuestra oración sea como la de Jesús:

Señor, no nuestra voluntad, sino la tuya.

¿Qué necesitas rendir para ver la voluntad de Dios en tu vida?