Nuestra ciudadanía es celestial

Lo segundo que tiene que pasar es que el Hijo de Dios, debe testificar, así como la naturaleza anuncia que hay un cambio, de esta misma manera, todas esas señales, anuncian un cambio de gobierno.

La naturaleza está gimiendo, la tierra se está estremeciendo. Hay una realidad que nos está llevando a ver lo que está pasando en el mundo, con ojos de desesperación y angustia, nadie niega que es un dolor, que es una aflicción. No podemos ser indolentes ante esto, pero tenemos la respuesta, y sé que no la creemos, porque la callamos, porque no la estamos anunciando, no la estamos declarando.

Estamos muy cómodos en la tierra, pero como pueblo de Dios, tenemos que entender que nuestra ciudadanía no es terrenal, es celestial. Esta vida en la tierra es momentánea, temporal; la iglesia, es un mientras tanto, lo perfecto será en la eternidad, y los frutos que abundarán en nosotros para vida eterna, se disfrutarán a plenitud, en la eternidad. Aquí, apenas es un anticipo, una antesala de lo que va a ser perfecto.

La pregunta que surge para nosotros es: ¿Cómo queremos vivir el mientras tanto? ¿esperando que el mundo se acabe, que los gobiernos se maten entre ellos, que la economía busque la solución, mientras te quedas quieto? ¡No! Este mundo no nos gobierna y repito una vez más, nuestra ciudadanía es celestial, nosotros somos embajadores del reino, y esto, con propósito: “para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” 1 de Pedro 2b.

El propósito que tenemos como cristianos no es otro sino anunciarle al mundo que el Hijo de Dios está a la puerta, el Hijo de Dios triunfante, glorioso, victorioso, está a la puerta y tu vida debe ser un testimonio de ello.