¡Jonás, Más Allá De Un Cuento Para Niños!Muestra

Leemos en Jonás 4: 11 primera parte: “¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas?“ Esto fue lo que le dijo Jehová a Jonás.

Ya vimos queridos amigos que Jonás se resistió al llamado del Señor. En lugar de ir a Nínive, Jonás decidió irse lo más lejos posible, a un lugar donde Dios no pudiera encontrarlo. Llegó al puerto de Jope y encontró un barco que estaba a punto de salir. Pagó su pasaje y se embarcó, contento de irse lo más lejos posible de Dios.

Esto me impresiona grandemente queridos, porque es como si vivieras en Miami y el Señor te dijera: “vete a predicar a Tampa” y lo que tú haces es comprar un billete para el crucero que va a la Guyana Francesa, al lado de Venezuela. ¿Qué lugar de la creación de Dios nos puede ocultar de Dios? ¡Esto es absurdo! Pero fue lo que precisamente hizo Jonás.

Verás, la Biblia nos asegura que, aunque Nínive era una importantísima ciudad de la antigüedad con más de ciento veinte mil habitantes, una gran ciudad que lo tenía todo (cultura, arte, comercio, riquezas, prestigio), tristemente, sus habitantes no sabían distinguir entre su mano derecha y su mano izquierda.

En otras palabras, estaban perdidos y no sabían. No sabían cómo salvarse. Estaban tan perdidos que estaban ciegos en medio de su abundancia.

Cuàntas personas en cualquier ciudad del mundo van hoy a sus centros de belleza, pero están ciegos, muertos espiritualmente. Van a los bancos a realizar transacciones comerciales, pero están ciegos, muertos en sus delitos y pecados. No logran discernir espiritualmente entre su mano derecha y su mano izquierda.

Cuàntas personas en el mundo van a conducir hoy, al terminar su jornada laboral hacia sus casas, pero no logran ver espiritualmente un mañana para sus vidas, porque no tienen esperanza en un Dios que los ama y se preocupa por ellos. Porque no lo conocen y nadie les ha predicado de Él.

Los ninivitas, queridos, se sentaban a comer juntos o iban a fiestas, pero estaban ciegos, muertos. No sabían cómo salvarse y Dios no se iba a quedar de brazos cruzados porque finalmente, también eran Su creación

Es aquí dónde Dios nos lleva a nosotros a ponernos en los zapatos de Jonás, porque de alguna forma, en algún momento en nuestro viaje de fe, también hemos sido como Jonás.

Sabemos que Dios es nuestro Señor, pero Él también es el Creador y la tierra le pertenece.

El Salmo 24:1 asegura lo siguiente: “De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan”.

A pesar de su estado pecaminoso, a Dios le preocupaba las personas de Nínive y más allá de su maldad y justo castigo que merecían por sus pecados. Él deseaba ofrecerles misericordia y darles una oportunidad para que se arrepintieran a través de su siervo, el profeta Jonás.

Pero el problema con Jonás hasta este momento, pienso yo, querido amigo es que él creía que la salvación era exclusividad de los israelitas. Dios tenía otra perspectiva del asunto, Él sabía que estar vivo es estar quebrantado, vulnerable y Dios quería para esta ciudad abrir un espacio para el arrepentimiento.

Dios usa la historia de Jonás querido amigo, para desafiarnos a salirnos de nuestra zona de confort que en oportunidades nos presenta nuestra iglesia local, con el fin de reconectarnos una vez más, con el amor de Dios por aquellos que son menos atractivos para nosotros. Aquellos que no encajan en nuestros estándares éticos y morales. Pero que, en la lógica de Dios, también son Su creación y merecen una oportunidad.

Queridos, la historia de Jonás también es nuestra historia. Nos reímos de Jonás por intentar eludir a Dios, Sin embargo, a menudo hacemos los mismo, huimos de Dios y no atendemos su llamado.

La historia de Jonás huyendo de Dios, nos va a enseñar que en lugar de mirar a los demás y decir porqué hacen esto o aquello, o porqué actúan así, nos permitirá preguntarnos a nosotros mismos:

¿Por qué hago yo esto y por qué actúo yo así?

¡Medita en esto!