Intimidad con DiosMuestra

INTIMIDAD A TRAVÉS DE LA PALABRA

“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos” (Jeremías 15:16).

George Müller, quien leyó la Biblia doscientas veces durante toda su vida dijo: “El vigor de nuestra vida espiritual será en exacta proporción al lugar que la Biblia ocupa en nuestras vidas y pensamientos”. Tenía razón. Cuando la Biblia ocupa el lugar que por derecho tiene, somos nosotros los mayormente beneficiados. Y es que —como decía Agustín— “Las Sagradas Escrituras son cartas desde casa.” ¿A quién no le anima una carta desde el hogar en lontananza?

No hemos de relegar la lectura bíblica a unos pocos versículos por semana, leamos con avidez cada día y cuando no esté leyendo, medite con la fórmula que se le dio a Josué, “de día y de noche”. Quien desea escuchar a Dios tiene que abrir su oído a la palabra profética más segura, las Escrituras. “¿Deseas que Dios te hable mucho, mucho, mucho? Abre tu Biblia y léela mucho, mucho, mucho” —dijo Justin Peters. Estoy de acuerdo con él.

¿Y qué ocurre si de repente hay pasajes bíblicos que no entiendo del todo? Corrie Ten Boom, la noble mujer que bajo peligro de muerte escondió judíos de los nazis durante el holocausto, responde muy bien a esta pregunta: “No te preocupes por lo que no entiendas de la Biblia. Preocúpate por aquello que entiendes y no aplicas en tu vida.”

La Biblia es un libro que dialoga, mientras la lees ella te lee a ti, te sorprenderás de lo que ella puede decirte, incluso algunas cosas que nadie jamás se atrevería. La Biblia te plantará cara, si es eso lo que necesitas. Será un espejo que no te ocultará nada. R.C. Sproul, teólogo y pastor estadounidense dijo: “Si algo de la Biblia no me gusta, el problema no está en ella. El problema está en mí.”

Ten un plan a corto o mediano plazo de lectura de la Biblia completa. Ajusta tu tiempo de modo que coloques en perspectiva tus prioridades. Nunca sabrás nada de los textos que no leas. Lee por ti mismo, abandónate al dulce sabor de la Palabra de Dios. No hay mayor satisfacción que esta. Somos llamados a una profunda intimidad con Dios a través de su Palabra.