Conoce tú por qué: encontrando y cumpliendo tu llamado Muestra

Llamada a perseverar

Todas las montañas tienen una cosa en común: son grandes. Asoman grandes y proyectan sombras oscuras: enfermedad, oposición, estrés, decepción, duelo, persecución, miedo a lo desconocido.

Las montañas nos pueden detener en seco. Nos pueden obligar a repensar y replanificar. Su tamaño nos lleva a sentirnos insignificantes y desesperanzados. Pero necesitamos saber que Dios es más grande que ellas. Nos apoya alguien más poderoso que las montañas que enfrentamos. Nuestras debilidades no son obstáculo para el poder de Dios.

Dios es capaz de usar a la persona más débil siempre y cuando confíe en Su Espíritu para actuar a un nivel superior. Esta dependencia es la piedra angular sobre la que se construyen nuestras vidas. El reconocimiento de nuestras debilidades es poderoso, más poderoso que cualquier ejemplo de fortaleza humana. Tal paradoja sólo puede existir en el mundo al revés de Jesucristo.

En 1978, el joven entrenador del club de fútbol St. Mirren, en Escocia, fue despedido, pues se pensaba que estaba haciendo un mal trabajo. Pero no era así. Creía que había sido despedido injustamente y llevó al director a un tribunal industrial, solicitando ser reincorporado como gerente del club.

El presidente del tribunal rechazó su solicitud de reincorporación y lo describió como mezquino, inmaduro y carente de capacidad de gestión. Se propuso demostrarles que estaban equivocados. Ese hombre era Sir Alex Ferguson, el mejor gerente de fútbol de su generación.

Jesús nos dijo directamente que hablásemos a la montaña: "Les aseguro que, si alguno le dice a este monte: “Quítate de ahí y tírate al mar”, creyendo, sin abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá" (Marcos 11:23 NVI).

Esto es, por supuesto, figurativamente hablando. Sin embargo, es una lección importante. Debemos "hablarle a la montaña", hablarle de las promesas de Dios en voz alta cuando nos encontramos con una oposición abrumadora.

Las palabras de fe disolverán las montañas de ataque, destrucción y desesperación y las lavarán, como si una montaña se deslizara repentinamente hacia el mar. Hay algo increíblemente poderoso en articular y expresar las palabras de Dios.