Cantando en la oscuridad: Encontrando esperanza en los Cantos de la EscrituraMuestra

Un cántico de victoria

En los primeros meses de 2008, a mi madre le diagnosticaron un cáncer de mama en etapa tres. La noticia nos sorprendió a todos. Pasaría por múltiples rondas de quimioterapia potente con intensos efectos secundarios. Luego, cirugía. Luego más quimio. Y, por último, radiación.

Era una temporada oscura, aterradora y desagradable. Y yo, el autor de tantas canciones esperanzadoras, sentía que mi esperanza y mi paz se desvanecían.

Aquí entra la tía Carol. A pesar de su propia tristeza por la situación, en los meses siguientes empezó a enseñarnos canciones de victoria para atravesar la tormenta. Ahora las llama "canciones de ánimo", aunque no son vibrantes y alegres como sugiere la palabra "ánimo". Son coros de alabanza sutilmente poderosos, que nos llaman a la esperanza en medio del sufrimiento y la duda.

¿Qué significa cantar sobre la victoria durante las tormentas de la vida? Todos nos encontramos en la oscuridad de vez en cuando. De hecho, creo que siempre hay una pequeña tormenta formándose en nuestras almas. La preocupación, la inquietud y el miedo amenazan nuestra cordura y disminuyen nuestra alegría.

Ya se trate de una pandemia mundial, de disturbios o de un creciente pánico a lo que pueda depararnos el futuro, el mundo parece tener la habilidad de encontrar maneras de arrojarnos nuevos temores. 

Muy a menudo nos quedamos paralizados por estos miedos. No nos movemos porque no sabemos lo que Dios quiere que hagamos. Me ha encantado saber que en realidad sí sabemos lo que Él quiere que hagamos, o al menos por dónde empezar. Y Él nos lo ha estado diciendo durante años. 

Para los israelitas, Él estableció cuidadosamente las formas en que Su pueblo debía vivir, y Jesús las resumió sucintamente más tarde:—“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” —respondió Jesús—. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. (Mt. 22:37, 39).

Débora, jueza de Israel en los días antes de que tuvieran rey, lo sabía. Amaba a Dios con todo su corazón, confiaba en Él, le obedecía y buscaba el bien de su pueblo. Su confianza era contagiosa. El líder militar, Barac, también se contagió. Aunque asustadizo y temeroso al principio, siguió el ejemplo de Débora. Ellos influyeron a diez mil soldados para que siguieran su ejemplo, defendiendo a sus compatriotas israelitas y confiando en que Dios les daría la batalla.

Por eso, incluso cuando nos enfrentamos a lo desconocido, incluso cuando estamos rodeados de incertidumbre, incluso en la espera, tenemos cosas importantes que hacer. Tenemos que confiar al Señor nuestros corazones inquietos y compartirlos unos con otros. Amamos como hemos sido amados. Y practicamos continuamente el descanso de nuestras almas cansadas en los brazos del único que puede librar nuestras batallas y llevarnos a la victoria.

Reflexión: Pregúntale hoy a Dios cómo puede estar llamándote a descansar, y dónde puede estar llamándote a actuar. Luego pídele ayuda para hacerlo.