Hogares encendidosMuestra

Lugar de comunión

Si estuvisteis practicando los puntos anteriores, seguramente el depósito familiar ya está rebosando. Al intimar con Dios, le amamos más a Él y a los que nos rodean. El amor de Dios se manifiesta en DAR. Es su naturaleza. Porque amó al mundo DIO a su Hijo. La intimidad nos lleva a conocer e imitar a nuestro Padre, que se dio siempre, cuyo deseo es bendecir, dar, ayudar a avanzar, a que progresemos a la mejor versión de nosotros mismos.

En el pasaje de Isaías 56 vemos que Dios no quiere que la bendición se quede solamente en la casa. Es por eso que abre el panorama para alcanzar a todas las naciones. Al tener su corazón podemos abrir las puertas de nuestra casa para dar de lo que hemos recibido por gracia.

Nuestro hogar, gobernado por el Cielo, se ha vuelto un lugar de intimidad, pureza, seguridad, salud y comunión, pero también de alegría (porque hay gozo en su presencia), de recreación (no distracción, sino de ser vueltos a crear). Todo eso lo podemos compartir, aun sin palabras, simplemente siendo aquello que se nos impartió desde la intimidad.

Es mejor dar que recibir. La familia que arde en el fuego del Espíritu se convierte en una fuente para quienes la rodean. 

La gente necesita ver a Dios en la vida cotidiana de las familias cristianas. Eso no significa estar orando todo el tiempo, sino reflejar el carácter de Jesús, amando y siendo amados.

DESAFÍO

· Identificad familias que necesiten lo que vosotros tenéis.

· Orad por ellas y preguntadle al Señor cómo acercaros.

· Planead actividades juntos (una comida, una salida, tiempo de calidad y comunión).

· No os estructuréis, simplemente sed lo que sois en Él.