20/20: La visión de Dios para mi vidaMuestra

Brillo

Por Jelani Lewis

“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón. Por el contrario, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo.” Mateo 5:14–16.

En mi niñez, la iglesia no me gustaba demasiado. No era por que las personas no fueran amables. Mi hermano y yo siempre eramos recibidos con un pellizco amoroso o un beso en la mejilla de parte de madres y abuelas que usaban unos enormes sombreros a la moda. Tampoco, porque era la única oportunidad que un niño tenía de conseguir un bocadillo de pan y refrigerio con la comunión sacramental. 

No. Estoy bastante seguro de que la razón de que tuviera aversión a la iglesia era porque, ante todo, me parecía que duraba una eternidad. De hecho, creo que algunas veces Jesús mismo se iba a tomar una siesta y nosotros aún seguíamos ahí sentados. Segundo, lo más importante, yo no tenía idea de lo que el pastor hablaba, especialmente sobre salvación. De seguro, él manejaba el Evangelio de maravillas. Pero para un niño, la idea de estar separado de Dios por el pecado y la necesidad de “nacer de nuevo” (que incluía invitar al Dios del universo a vivir dentro de mí) era un poco abrumante. 

Por eso, decidí a temprana edad que esperaría hasta los 30 más o menos para experimentar esta conexión cósmica. Además, que yo supiese, nunca había visto otra persona joven recibir salvación y vivir, sin vergüenza, para Jesús…eso es, hasta que conocí a Phillip.

Phillip era jugador de ataque del equipo de fútbol de mi escuela secundaria. Él era un atleta excepcional. Un líder innato. De todos modos, no recuerdo mucho sobre él antes que se volviera un seguidor de Cristo. Recuerdo que era un niño bastante normal hasta que un dia cambió. No hablo de ese cambio que dura una semana. Si no de aquel que hace que la vida de una persona se vea irreversiblemente arruinada de la mejor manera por Jesucristo. Ese era Phillip y día tras día vivía como un verdadero cristiano nacido de nuevo y disfrutaba de una auténtica relación con Dios.

Lo miré predicar a los jóvenes y orar por sus compañeros de clases. Lo vi pararse por la justicia y santidad en el vestidor. Me acuerdo una vez que me compartió un versículo que Dios le puso en su corazón. Y luego de observar su vida, tuve esperanza —esperanza de no necesitar esperar hasta los 30 para recibir a Cristo.

Entonces hice algo simple pero transformador. Movido por la dirección del Espíritu Santo, decidí entregar mi vida a Cristo. No era ni siquiera parecido a lo complejo que pensé que sería cuando era un niño. Fue una simple y genuina oración a Dios declarando mi lealtad hacia Él que me condujo a una nueva vida, nuevas prioridades y nueva dirección. Todo porque un jugador de fútbol de secundaria vivió por su fe.

En este pasaje, Jesús le da a los creyentes un maravillo desafío. Él nos exhorta a no escondernos (lo cual pueda que este mundo oscuro nos tiente a hacer), sino a vivir como un faro. Tienes que encandilar, alumbrar…. brillar. Y, ¿cómo brillamos? Por nuestras buenas obras. Jesús nos dice que lo que hacemos y la manera en que vivimos es un puente para ayudar a otros a alabar, glorificar y adorar a nuestro Padre celestial. Nuestras acciones y forma de de vida son significativamente catalizadoras para llevar a otros a la salvación.

Hace poco, viajé a Bahía Biolumininescente en Puerto Rico. La gente viaja de todos lados del mundo para ver las místicas aguas que brillan como las estrellas en el mar. Yo, junto a otros, fuimos en canoas a través de un oscuro y misterioso canal en busca del brillante líquido de Dios. Para mi asombro, al caer la noche, mi paleta propulsora exudaba una hermosa luz azul-verde sobre el agua. En ese momento, me asombró lo maravilloso que es nuestro Dios.

En el centro de la bahía, nuestro grupo se unió y el guía nos explicó sobre la bioluminiscencia. Nos dijo que hay mil dinoflagelados (plancton microscópico) por galón de agua que, cuando son tocados, emiten un flash de luz azul que crea esa hermoso resplandor. En esencia, un toque desencadena el brillo.

Me pregunto si esa nos es la intención de Dios también para ti. ¿Puede que parte de la razón por la cual Dios te tocó con su gracia sea para que brillaras? ¿Será posible que tú y yo fuimos salvos, sanados y liberados para que personas de todo el mundo que viven en la oscuridad puedan ver Su luz en nuestras vidas y así ser llevadas hacia Él?

Pedro y Pablo pensaban eso. Pedro sugirió que una esposa creyente puede ganar a su esposo no creyente para el Señor a través de sus acciones (1 Pedro 3:1–2) y Pablo le dijo a Tito que enseñe a los esclavos (en esa cultura eran como nuestros empleados de hoy en día) la importancia de ser una luz brillante para hacer al evangelio atractivo (Tito 2: 9–10). Para que nosotros podamos, como respuesta a Su toque de salvación, brillar para la gloria de Dios en nuestros hogares, en la escuela y donde sea que nuestro viaje nos lleve.

¿Quién sabe? Tal vez algún día, con una sonrisa en el rostro, una persona irreversiblemente arruinada de la mejor forma por Jesucristo te llamará su propio Phillip.

En la oscuridad, una luz resplandeciente le es suficiente al piloto para encontrar la estrella polar y arreglar su rumbo.
~ Metastasio

Versículo para memorizar

"Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte" Efesios 2: 8–9.