Vivir renovado: el perdónMuestra
Rendirse
Para perdonar de verdad a quienes nos han herido, debemos aprender a rendirnos.
Ahora bien, “rendirse” puede ser una de esas palabras que hacen que las personas se sientan aprensivas. Tendemos a compararla con perder una batalla, agitar una bandera blanca y permitir que el enemigo nos supere. Pero cuando nos rendimos a Dios, podemos verlo de forma diferente.
Con Dios, rendirse significa abrir las manos con nuestra herida y dolor para que Él pueda quitárnoslo. Él es todo amor, misericordia y compasión para nosotros. No tenemos que tener miedo de entregarle nuestro dolor a Dios porque podemos confiar en que Él es tierno y trata nuestros corazones con cuidado.
Rendirse también significa abandonar nuestros deseos de venganza. Es natural para nosotros querer que alguien pague las consecuencias de sus acciones. Incluso Dios tiene una ira justa hacia el pecado y la injusticia. Pero debemos aceptar que sólo Dios puede juzgar el corazón de una persona. No debemos decidir si alguien merece castigo o gracia; y aferrarnos a nuestra necesidad de venganza sólo nos dejará con amargura.
Si queremos encontrar paz, tenemos que entregar nuestro enojo y orgullo a Dios y centrarnos en nuestros propios corazones. Rendirse es la elección consciente de dejar nuestro dolor y deseo de control a sus pies y pedirle que obre en nosotros. Es decir que no podemos perdonar por nosotros mismos y que necesitamos su ayuda.
Como seguidores de Cristo, rendirse es algo que hacemos diariamente; aún cuando no queremos. A veces, cuando estamos trabajando con el perdón, tenemos que rendir el mismo dolor a Dios varias veces. Cuando resurgen antiguos sentimientos, perdonamos una y otra vez hasta que no nos moleste más. Con la gracia de Dios, todas las cosas son perdonables.
Perdonar no significa que lo que sucedió esté bien, ni que permitamos que la persona vuelva a nuestra vida o que nos hiera nuevamente. No necesariamente implica tener una conversación cara a cara; la persona ni siquiera tiene que estar viva para que la perdonemos porque no se trata de ellos. Es el reconocimiento en un momento que es sólo entre nosotros y Dios. Es invitarlo a que Él sane nuestro corazón.
Toma un momento para orar y entregarle a Dios la herida en la que estás centrándote en este Plan. Dile que necesitas su ayuda y que confías en Él para los resultados.
Escritura
Acerca de este Plan
Muchos de nosotros andamos por ahí curando las heridas heridas causadas por los dichos o hechos de otras personas. Luchamos continuamente con esa carga porque no deseamos o no sabemos cómo perdonar. Este Plan no es para que alguien se libre de su culpa o para hacernos sentir mejor. Es para ti. Es para que aprendas a perdonar y de esa manera poder sanar, liberarte del pasado y comenzar a vivir renovado.
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