Mis batallas por ganarMuestra
¿Quiénes son tus «ellos»?
Podrían ser personas, problemas, desafíos o sentimientos. Podría ser que Dios los saque de ahí, pero también que los deje para que su poder se manifieste. Para que haya un milagro actual en mí. Para que otros vean como yo, que Él sigue siendo el Rey, no importa quién se oponga.
Tengo algunos «ellos» que frecuentemente vuelven a gritar frente a mí. Hacen su mejor grito de guerra: «¡Vamos por ti, esta vez no podrás!» En esos momentos, rendirse es importante. Sí, rendirse, pero frente a la persona correcta, el Padre. Decir: «No puedo si no vas conmigo». Darme cuenta de quién está delante, pero sobre todo, ser consciente de Quién está detrás, Quién es mi respaldo, Quién es el que está por mí y me defiende.
Frente a mí podrán hacer cola para amenazarme, pero no solo lo escucharé yo. También estará Él, mi Fortaleza, mi Redentor, mi Rey. El también escuchará cada grito, cada amenaza, cada burla. Y entonces, sus ojos me recordarán Quién es el dueño de todas las batallas, y mejor aún, Quién ganó la última. Ellos lo saben. Lo tienen bien presente. Nadie puede olvidar una sentencia como esa. Nadie puede. Ellos tampoco. No deberíamos olvidarla nosotros. Fueron expuestos, hubo un vencedor y esa victoria es para siempre. Por gracia, en el acta de los decretos que nos era contraria, Alguien firmó con sangre un pacto eterno. Está mi nombre ahí, donde dice que eran mis obras, pero también hay otro nombre, Jesús, donde dice: «Consumado es, Yo pago, cuenta saldada.»
A veces necesitamos recordarlo para poder escuchar después: «¿Vamos? Yo estoy contigo para librarte. Si es antes o durante, no te preocupes. Lo celebraremos al final.»
Con esto en mente te dejo una pregunta: «¿Quiénes son tus "ellos"?» ¿Verdad que se ven más pequeñitos ahora?
Escritura
Acerca de este Plan
La imagen más común de un guerrero podría ser de pie, junto a su vencido, mostrando su poder, disfrutando su victoria. No es así en el Reino. Ganamos las batallas que nos encontramos de rodillas y en el lugar correcto. Arrasadoramente humildes, extremadamente honestos, absolutamente vulnerables, delante de Aquel que ganó por nosotros la más grande de todas las batallas
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