En nuestro lugar: Devociones cuaresmales de Tiempo de GraciaMuestra
Ya es hora
Si alguna vez vienes a mi casa, una de las primeras cosas de las que te darás cuenta es que tengo una obsesión con los relojes (solo en mi salón tengo seis de ellos), y que todos son mecánicos: hay algo en el tictac y en el repique de las horas que simplemente tranquiliza mi alma. Debo tener un temor interno por llegar tarde; puede que todos estos relojes calen mis temores de que voy a olvidar algo importante.
Jesús siempre supo qué hora era: hora de sanar, hora de enseñar, hora de reprender, hora de alejarse, hora de ir a celebrar con una comida. Su Padre le permitió saber cuándo iba a ser hora de morir. Jesús dijo a sus discípulos que su ministerio de enseñanza itinerante estaba a punto de terminar. «Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día» (Mateo 16:21, RVR1960). Sabía que su entrada real en Jerusalén aquel Domingo de Ramos sería la última.
En medio de las palmas ocurrió un gran milagro: grandes multitudes de personas reconocieron que aquel hombre tranquilo en el humilde pollino era el Mesías, el cumplimiento de todas las Escrituras del Antiguo Testamento. Sus hosannas demostraban que ellos sabían qué hora era: hora de que el Rey se dirigiera en pos de sus vidas y reclamara su lealtad.
¿Sabes qué hora es? Es hora de dejar de vacilar y de comenzar a reivindicar (o volver a reivindicar) a Jesucristo como tu Señor y Rey. A través de su Palabra, a través de las aguas bautismales, a través de su cuerpo y su sangre representados en la Santa Cena, Jesús viene hoy a ti personalmente como ya lo ha hecho antes. Las palmas te esperan: adóralo ahora.
Si alguna vez vienes a mi casa, una de las primeras cosas de las que te darás cuenta es que tengo una obsesión con los relojes (solo en mi salón tengo seis de ellos), y que todos son mecánicos: hay algo en el tictac y en el repique de las horas que simplemente tranquiliza mi alma. Debo tener un temor interno por llegar tarde; puede que todos estos relojes calen mis temores de que voy a olvidar algo importante.
Jesús siempre supo qué hora era: hora de sanar, hora de enseñar, hora de reprender, hora de alejarse, hora de ir a celebrar con una comida. Su Padre le permitió saber cuándo iba a ser hora de morir. Jesús dijo a sus discípulos que su ministerio de enseñanza itinerante estaba a punto de terminar. «Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día» (Mateo 16:21, RVR1960). Sabía que su entrada real en Jerusalén aquel Domingo de Ramos sería la última.
En medio de las palmas ocurrió un gran milagro: grandes multitudes de personas reconocieron que aquel hombre tranquilo en el humilde pollino era el Mesías, el cumplimiento de todas las Escrituras del Antiguo Testamento. Sus hosannas demostraban que ellos sabían qué hora era: hora de que el Rey se dirigiera en pos de sus vidas y reclamara su lealtad.
¿Sabes qué hora es? Es hora de dejar de vacilar y de comenzar a reivindicar (o volver a reivindicar) a Jesucristo como tu Señor y Rey. A través de su Palabra, a través de las aguas bautismales, a través de su cuerpo y su sangre representados en la Santa Cena, Jesús viene hoy a ti personalmente como ya lo ha hecho antes. Las palmas te esperan: adóralo ahora.
Escritura
Acerca de este Plan
Este plan de lectura te guiará a través del tiempo de Cuaresma, la cual nos brinda las increíbles historias del sufrimiento, condenación y muerte de Jesucristo por nosotros.
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Nos gustaría dar las gracias al Ministerio Tiempo de Gracia por proporcionarnos este plan. Para obtener más información, visita www.timeofgrace.org