Ayuna como Daniel (10 días)Muestra

Día 5: Contragolpes

¿Alguna vez has logrado pensar en un buen contragolpe…unos cinco minutos después que lo necesitabas? Para entonces ya perdiste la oportunidad; el momento pasó, y lo mejor es que no sufras la pena.

Jesús dio muy buenos contragolpes—de hecho, los mejores. Cada vez que el diablo venía hacia Él, ya tenía una respuesta lista: “escrito está.”

¿Cómo es que Jesús tenía estas poderosas respuestas listas para cada tentación que el diablo le arrojaba? Preparación. Ya se ha dicho, “Si permaneces listo, no tienes que ponerte listo.” Él estaba listo cuando el tiraba sus mejores ganchos, en parte debido a que, como todo niño judío, Jesús habría tenido que memorizar largas porciones de las Escrituras cuando estaba creciendo.

¿Qué pasaría si tuvieses una gran cantidad de la viva y poderosa Palabra de Dios dentro de ti? ¿Crees que tendrías contragolpes específicos tan efectivos como los que Jesús usó? ¡Puedes apostar que sí! El mismo Espíritu Santo que levantó a Jesús de una tumba prestada vive en ti, y la misma Palabra de Dios está disponible para cada uno de nosotros.

Pero tienes que prepararlos anticipadamente. No puedes esperar hasta que el momento llegue—porque no tendrás tiempo de prepararlos cuando los necesites. Si no tienes un plan sobre qué hacer cuando recibas un golpe, cuando recibas un gancho en el rostro, simplemente vas a caer sobre la lona mi querido amigo.

Cuando pones la Palabra de Dios dentro de ti, te estás preparando par aun día de tentación en el desierto. Te estás preparando para esos momentos cuando recibas los ganchos en el rostro. Si esperas hasta que tengas los labios reventados, es demasiado tarde. Recuerda que fallar en planear es planear para fallar. Sin embargo, si te preparas, cuando la prueba venga, estarás listo para RESISTIR.

Si quieres recargar tu tiempo de ayuno, pasa bastante tiempo leyendo lo que Dios le ha dicho a Su pueblo. Ponlo muy dentro de ti, empápate de ello. Luego, díselo a Él en oración. Orar a Dios con Su propia Palabra es la forma más precisa de saber que estás orando de acuerdo al corazón de Dios—después de todo, ¡Él fue quien la dijo!

Y siempre recuerdo el mejor contragolpe de todos: “¡Escrito está!”