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La obediencia siempre trae bendición

Principio de vida 21: La obediencia siempre trae bendición

Las peticiones sencillas del Señor a menudo sirven de trampolín para las bendiciones más maravillosas de la vida. Simón Pedro ilustra lo que puede suceder cuando decimos sí a Dios.

Un día una gran multitud apretujó a Jesús mientras él predicaba (Lucas 5:1-11). Queriendo utilizar la barca de Pedro como plataforma flotante para dirigirse a la multitud, Jesús pidió al futuro apóstol que empujara la embarcación un poco lejos de la orilla, una petición en sí misma nada extraordinaria. Pero la obediencia de Pedro allanó el camino para una bendición que cambió su vida. De su ejemplo aprendemos lo esencial que es obedecer a Dios hasta en los asuntos más insignificantes.

En la conclusión de Su lección, el Señor ordenó a Pedro, “Lleva la barca hacia aguas más profundas, y echad allí las redes para pescar” (5:4). Quizá Pedro tuvo la tentación de negarse. Después de todo, era un pescador experimentado. Había trabajado toda la noche para pescar, pero había vuelto con las manos vacías. ¿Y ahora este joven maestro (carpintero, no pescador) le pedía que volviera a pescar?

En fe, Pedro respondió: “Maestro, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos pescado nada. Pero, como tú me lo mandas, echaré las redes” (5:5). Es esta respuesta la que demuestra el comienzo de la fe de Pedro en Dios. El que pronto sería discípulo eligió obedecer al Señor y dejarle a Él las consecuencias de su decisión.

Como resultado de su obediencia, Jesús demostró Su poder y soberanía. Pedro y sus compañeros podían haber comenzado el día pensando que sus esfuerzos no habían producido nada, pero el día terminó con su total asombro al conseguir no uno sino dos botes desbordados y cargados de peces (5:7). Decir sí a la petición del Señor resultó en un milagro que transformó no sólo la vida de un pescador, sino las vidas de un grupo entero.

Tal vez has dudado en obedecer a Dios en tu vida porque temes las consecuencias de tu decisión. Pero el Señor te ordena que le temas por encima de todo. El mismo Dios soberano y omnipotente que mantiene tu corazón latiendo y los planetas orbitando es más que capaz de manejar los resultados de tu obediencia. Cuando decidas obedecerle, Él te bendecirá. La obediencia siempre conduce a la bendición. Por lo tanto, ponte como meta obedecer al Señor y obsérvalo obrar en tu vida.