[Ahora es el momento: Lucas] Edifica sobre la rocaMfano

¡Levántate!

Una vez que Jesús comenzó su ministerio público en la Galilea, su fama se extendió por toda la región. Su palabra sabia y desafiante, respondía al clamor y las necesidades de la gente; y su poder sobre las enfermedades le hacía una persona de importancia en la comunidad. 

Entre los relatos evangélicos de sanidades, la narración del paralítico que fue llevado ante Jesús por sus amigos es de suma importancia. De acuerdo con el texto bíblico, en una ocasión que el Señor estaba enseñando en medio de una audiencia repleta —en la que se encontraban fariseos y doctores de la ley de Galilea, Judea y Jerusalén— le trajeron a un paralítico en camilla para que lo sanara. 

La primera reacción de Jesús ante la condición del enfermo fue de misericordia y le perdonó los pecados. Pero ante los gestos de incredulidad de algunos de los presentes, y hasta de murmuraciones y acusaciones de blasfemia, Jesús le dice al enfermo: «Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa». 

De singular importancia en la narración es el uso de la expresión levántate, que además de motivar un gesto físico, alude a las intervenciones de Dios en medio de la historia del pueblo de Israel. Moisés oró cuando se percató de la persecución de los egipcios, y le dijo al Señor, «Levántate», aunque Dios no estaba sentado, ni en el suelo ni cansado. Cuando el libro del profeta Isaías desea afirmar la esperanza del pueblo, en medio de la gran crisis nacional del exilio en Babilonia, el profeta exclamó con autoridad, «¡Levántate, resplandece!». 

Con la palabra «levántate» se transmite la idea de triunfo, esperanza y liberación. Esa expresión afirma el poder divino que motiva a las personas a no quedarse en el suelo, en medio de sus adversidades, para ponerse de pie, en el nombre del Señor y conquistar el futuro. 

El paralítico en la Galilea recibió de Jesús la misma palabra profética que hizo que el pueblo de Israel no se quedara vagando en el desierto, y que motivó a los judíos de la diáspora a no desanimarse ante las penurias del exilio. «Levántate», es algo más que incorporarse y ponerse de pie: es un gesto de triunfo, una movida de autoridad, un paso al porvenir y un acto decidido de fe que lleva a la gente a proyectarse al mañana…

Reflexiona 

La gente que triunfa en la vida no es la que se detiene y se queda en el camino llorando sus derrotas y maldiciendo su suerte. Las personas victoriosas no son las que viven recordando sus caídas y dificultades, sino las que se ponen de pie, en el nombre del Señor, para vencer los obstáculos y las calamidades. Los hombres y las mujeres que se proyectan con fuerza al futuro marchan en medio de los problemas, cantan en las adversidades y se ponen de pie cuando azotan fuerte los vientos huracanados de las tormentas de la vida, para gritar: ¡Sea la paz! 

Responde 

Pide al Señor con humildad y seguridad que te brinde las fuerzas necesarias para ser una persona vencedora. Ora a Dios para que tus fuerzas no decaigan al fragor de la batalla. Clama al Señor para tener la capacidad necesaria y el valor pertinente para ponerte de pie, aunque hayas resbalado, una y otra vez. Dios eterno y misericordioso, ayúdame a ponerme de pie, aunque mis fuerzas mengüen, aunque mi energía decaiga, aunque ya no tenga deseos de luchar… Permite que pueda responder afirmativamente, cuando me digas: ¡Levántate…! En el nombre de Jesús. Amén.

Ora

Señor, dame las fuerzas necesarias para ponerme de pie, aunque haya resbalado.