Abrán le contestó:
—¡Dios y Señor mío! ¿Y para qué me vas a dar nada si no tengo hijos? Cuando yo me muera, Eliezer el de Damasco, ese extranjero que tengo por esclavo, va a quedarse con todo lo que es mío.
Pero Dios le aseguró:
—Tu heredero será un hijo tuyo, y no tu esclavo Eliezer.