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Libérame de las limitaciones físicas: Me duele El dolor no es malo en sí mismo; en realidad es bueno. Los mensajes que envía el dolor dicen la verdad; le dicen al que lo padece que algo anda mal, quizás muy mal, y dicen con exactitud dónde está el problema. Sin los mensajes del dolor uno se podría desangrar y morir o padecer infecciones serias que ponen la vida en peligro. Dicho esto, el dolor hace que la vida sea insoportable. Un dolor crónico, como el de la fibromialgia, la migraña o la neuralgia, son una constante tortura. El dolor drena la energía y agota a la persona. El dolor impide el trabajo, produce mal humor, y aísla a la persona. Por lo general, cuando las personas se refieren a lo que ocurre "en los tiempos que corren", se están quejando de la disminución de la moral y el aumento de la criminalidad y la crueldad. Pero, “en los tiempos que corren”, también se nos ha dado una gran variedad de analgésicos legales que alivian hasta los dolores más severos y les dan paz y descanso a personas que se recuperan de cirugías mayores o a personas que están muriendo por alguna enfermedad dolorosa. El dolor también puede ser redentor. San Pablo dijo: “Quiero conocerlo a él y el poder de su resurrección, y participar de sus padecimientos hasta llegar a ser semejante a él en su muerte, si es que en alguna manera logro llegar a la resurrección de entre los muertos.” (Filipenses 3:10,11). El dolor nos hace ver la necesidad que tenemos de Dios; el dolor nos ayuda a compartir la experiencia de Cristo. El dolor nos cura de la fantasía de que la tierra es un paraíso, y nos hace anhelar el cielo.