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Dios está con nosotros en la culpa

El peso del pasado puede sentirse como una sombra que nunca se aparta, un eco constante de errores y culpas que parecieran definirnos. Pero la verdad de Cristo es un golpe directo contra esa narrativa. Su obra en la cruz no solo cubre el pecado; lo destruye. La culpa pierde su poder frente a la gracia, y la vergüenza se disuelve en el océano de Su amor. Lo que parecía irrecuperable es restaurado, lo que estaba roto es hecho nuevo. En Su presencia no hay lugar para cadenas; hay libertad absoluta, un punto de partida donde todo se transforma.

La cruz de Cristo es el lugar donde nuestra culpa fue absorbida. Jesús, al entregar Su vida, nos asegura que no estamos condenados. Su amor transforma nuestras vidas y nos libera de la carga de la culpa. "He encontrado la esperanza al acercarme". Jesús no solo nos limpia de nuestras transgresiones, sino que también nos promete caminar con nosotros, llevando nuestras cargas.

Piensa en esas partes de tu vida donde la culpa y la vergüenza aún susurran mentiras. Esos rincones que intentas ignorar, pero que a veces parecen gritar más fuerte que la verdad. Ahora imagina el toque transformador de Dios entrando en esas mismas áreas, como un amanecer que disipa la noche más oscura. Su gracia no solo silencia la culpa; la reemplaza con propósito. Su amor no cubre la vergüenza; la redime completamente. Al acercarte a Él, no solo sientes paz; sientes vida. Esa libertad que anhelas no es un sueño distante, es una realidad que Su presencia puede traer ahora mismo. Lo que antes te detenía, ahora se convierte en el testimonio de cómo Su amor cambia todo.

"No hay ayer que me encadene, ni mañana que me asuste; en Ti, mi presente es eterno".