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Soy Hijo, Tengo Un Padre

DAY 2 OF 3

Adoptados por amor ❤️✝️🤗

Las personas que han sufrido la pérdida o el abandono de uno o ambos padres en su niñez suelen cargar con profundas heridas emocionales. Baja autoestima, inseguridad, dificultad para tomar decisiones y un temor constante al rechazo son solo algunas de las características que pueden marcarlas. El sentimiento de orfandad puede paralizarlas, silenciar sus voces y encoger sus sueños, encadenándolas al pasado, cegándolas al presente y robándoles la esperanza del futuro.

Sin embargo, la orfandad no se limita a aquellos que han perdido a sus padres biológicos. Recuerda el acontecimiento de Génesis 3, analizado en el devocional anterior. Además de traer culpa, vergüenza y temor, el pecado nos sumió en una profunda orfandad espiritual al romper nuestra intimidad con el Padre Celestial. Toda la humanidad quedó separada de Dios a causa del pecado (Romanos 3:23), y por esta separación ya no podemos reconocernos amados, valiosos, aceptados ni sentirnos seguros.

En el mundo romano, un hombre podía legar su riqueza a sus hijos o a quienes considerara dignos de ella. Si no tenía hijos o estos no eran aptos para administrar su fortuna, podía adoptar a un individuo. Estas adopciones no eran como las conocemos hoy en día; por lo general, se adoptaban niños mayores e incluso hombres adultos. Era un proceso difícil, voluntario, costoso e irreversible.

Una vez aprobada legalmente, la adopción cancelaba todas las deudas del adoptado y le otorgaba un nuevo nombre. Se convertía en el hijo legal de su padre adoptivo, con todos los derechos y beneficios de un hijo biológico. Si bien un padre podía romper el vínculo con un hijo biológico, la adopción era permanente.

Además, a diferencia de las herencias actuales que se reciben tras la muerte de los padres, en los siglos II y III, el hijo adoptado recibía la herencia mientras sus padres aún vivían. Por lo tanto, la adopción implicaba entregar todo al nuevo miembro de la familia.

En este contexto, Pablo le dice a la iglesia en Roma que no recibieron un espíritu que los esclavice de nuevo al miedo, sino el ¡Espíritu que los adopta como hijos! (Romanos 8:15). Al restaurar la relación rota con el Padre, por medio de la fe en Jesús, recibimos al Espíritu Santo. Es por medio del Espíritu que tenemos la certeza de que somos hijos adoptados por Dios.

A diferencia de la adopción romana, Dios el Padre no busca hijos "dignos", sino que nos convierte en ellos por medio de la gracia y por elección: "...en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos Suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de Su voluntad" (Efesios 1:5). Fuiste adoptado como hijo, no por tus méritos o por lo bueno que pueda haber en ti, sino por amor. Nuestro Dios nos amó tanto que buscó el medio para que perteneciéramos legal y de manera permanente a su familia.

Ser parte de la familia de Dios fue un proceso costoso para el Padre: enviar a su único Hijo y entregarlo a muerte por nosotros para que podamos disfrutar de la vida que Él nos ofrece (Juan 3:16). Ser parte de la familia de Dios es un proceso liberador para nosotros. Todas tus deudas están saldadas, eres perdonado por la fe en Jesús. Tu búsqueda de pertenecer y ser amado ha terminado. Ahora, puedes responder con gratitud y entregar tu vida completa a tu Padre.

¿Te sientes como hijo amado y aceptado por Dios? ¿Experimentas la libertad y la seguridad que provienen de ser parte de su familia? Si no es así, te invito a profundizar en tu relación con Él a través de la oración, la lectura de la Biblia y la comunión con otros creyentes.

Day 1Day 3

About this Plan

Soy Hijo, Tengo Un Padre

¿Has luchado con sentimientos de temor y abandono? ¿Sabías que toda la humanidad está sumida en la realidad de la orfandad? Reconocer a Dios como tu Padre y recibir su adopción como hijo te ayudará a caminar en libertad. ¡Suscríbete ya a este plan devocional de 3 días y comienza tu camino de pasar de ser huérfano a hijo! ❤️✝️🤗

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