Soy Hijo, Tengo Un PadreSample
Prisioneros del temor ⛓️😢😨
Recuerdo que cuando era niña, les temía a las serpientes (y eso no ha cambiado), también a las arañas que eran parte frecuente de mis pesadillas nocturnas. Luego, esos miedos fueron migrando hacia otros lugares y personas: miedo a perderme y no encontrar el camino de regreso a casa, miedo a ser motivo de burla en mi colegio, miedo a hablar en público, miedo a no encontrar sentido ni propósito a mi vida, miedo a dar a luz y luego a fracasar como mamá.
Creo que no soy la única que ha luchado con estos miedos que acompañan la existencia humana desde que nacemos. Pero, ¿de dónde vienen y por qué nos hacen sentir atados hasta llegar a paralizarnos en algunas ocasiones?
Según los psicólogos, el miedo es una respuesta fisiológica y emocional que aparece cuando se cree estar en peligro. Para la ciencia, la respuesta al miedo comienza en una región del cerebro llamada amígdala que activa áreas para la lucha o huida. Pero según la Escritura, el miedo se origina desde el mismo Génesis. La primera vez que hace su aparición nos revela mucho sobre sus causas y también sobre sus trágicas consecuencias.
El hombre y la mujer estaban en una relación correcta, íntima y perfecta con el Padre. Había confianza, amor, intimidad, diálogo y comunión. Tenían todo lo que necesitaban. Sin embargo, deciden traspasar el límite dado por Dios y ceder a los deseos de sus ojos y al impulso de su corazón: "¡Queremos ser nuestro propio Dios!" (Génesis 3:4). Al instante, comenzaron a experimentar sensaciones que no conocían: vergüenza por su desnudez y miedo. Miedo al escuchar la voz del Padre, esa misma que antes les traía paz, felicidad y seguridad. Dios no había cambiado, pero ellos sí.
El pecado había dado origen al miedo. Miedo a la respuesta y reacción de Dios, miedo a no sentirse amados, seguros y valiosos, miedo a perder su lugar y por eso se esconden (Génesis 3: 9-10). El miedo a Dios y su presencia es la marca de nuestra naturaleza pecaminosa. Desde ese momento, dejamos de relacionarnos con Dios a partir del amor y comenzamos a hacerlo a partir del temor.
Pablo, hablando a la comunidad en Roma, les dice que "Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo" (Romanos 8:15a). Él viene hablando de la vida en el Espíritu en contraposición a la vida en la carne que está esclavizada al pecado. Antes vivíamos esclavos al pecado y a sus demandas, pero ahora nuestra condición es diferente. Sin embargo, parece que algunos hermanos aún no vivían bajo esta nueva realidad y Pablo debe explicarles de nuevo.
Entonces, si ya no estamos esclavizados al miedo que produce el pecado y la muerte en nuestra vida, ¿por qué aún luchamos con sentimientos de miedo a no ser amados, aceptados o valiosos? ¿Por qué aún seguimos pensando en Dios como un señor al que le debo lealtad no por amor sino por temor? ¿Por qué sigo sintiendo que no pertenezco?
Si es así, algo en nuestra relación con Dios está andando mal, pues estamos controlados aún por un espíritu de orfandad que nos esclaviza al miedo.
Dios es tu Padre y quiere darte la libertad que produce el Espíritu al saberte aceptado y adoptado.
¿Hay algún temor del que sientas estar prisionero en este momento? Con plena libertad llévalo ante tu Padre, pide su gracia y recibe su amor. Su perfecto amor nos hace libres del temor.
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