Cómo Liberarse De La CulpaSample

Cómo vencer a nuestro acusador

Dios nos prometió que una vez que seamos honestos con nosotros mismos y confesemos nuestros pecados, nos perdonará. En otras palabras, como hijos de Dios, podemos vivir nuestra vida con la conciencia tranquila. Sin embargo, algunos creyentes todavía son atormentados por la culpa de los pecados que ya han confesado y tratado. La Escritura tiene una explicación para esta lucha. Como cristianos, tenemos un enemigo: Satanás y sus demonios.

Vivimos en un mundo de realidades espirituales que no podemos ver con nuestros ojos físicos. Sin embargo, son reales y nos afectan de verdad. La Biblia dice que el diablo es un mentiroso y el padre de mentira. Él es muy astuto en lo que hace. Como nuestro enemigo, no quiere que nos enfoquemos en Cristo. El diablo quiere que nos enfoquemos en nosotros mismos. Cuando continuamente tratamos con una conciencia culpable, somos el centro de la imagen. Esta es la táctica del diablo: nos bombardea con pensamientos de culpa para que quitemos nuestra atención de Jesús y la cruz.

Por eso la Biblia llama a Satanás el acusador de los hermanos. Constantemente aparece ante Dios para recordarle sobre nuestros pecados. El diablo también viene constantemente a nuestra vida para darnos pensamientos de culpa. La Biblia describe muchos casos en que Satanás habló sus mentiras al pueblo de Dios. Incluso atacó a Jesús mismo con su falsedad. La Escritura nos indica que no nos sorprendamos con el comportamiento de Satanás; más bien, debemos ser conscientes de sus planes. Debemos recordar que el objetivo del diablo es acusarnos ante Dios, ante nosotros mismos y entre nosotros para distraernos de la verdad.

Para vencer a Satanás, necesitamos volver a enfocarnos en Cristo. Deberíamos recordar que no somos salvos por lo que hicimos; somos salvos por lo que hizo Jesús. Una vez que nos humillamos ante Dios al confesar nuestros pecados, podemos resistir al diablo. La Biblia dice que podemos reprender a Satanás directamente en el nombre del Señor. Cuando estamos sometidos a la autoridad de Dios, el diablo debe huir de nosotros. Podemos rechazar cualquier pensamiento en nuestra mente que nos haga sentir culpables por los pecados que ya le hemos confesado a Dios. En Cristo, hemos vencido a nuestro acusador.