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LA BELLEZA DE LA CRUZ

Tengo una naturaleza artística y siempre pienso en cómo la apariencia de las cosas puede ser aún más hermosa. Tiendo a pensar cómo mejorar un espacio, cómo renovar una habitación, cómo el aspecto físico puede ser transformado y cómo pulir con excelencia la letra de una canción.

Al mirar la Cruz y estudiar la Palabra se me hace imposible no ver su belleza. El mismo lugar donde asesinaban ladrones, ese lugar maldito, lleno de tanta vergüenza es también uno lleno de hermosura, restauración, paz y perdón.
Donde Cristo cargó mis cargas, yo recibí el alivio y la libertad. Donde Cristo cargó mi angustia, yo recibí la paz que sobrepasa todo entendimiento, una paz que no es humana. Simplemente la Cruz es un hermoso lugar lleno de victoria y libertad. Un cristiano que deja a un lado la religiosidad podrá ver a través de la fe la belleza de la Cruz. La religiosidad nos roba la capacidad de ver y entender. Esto sucedió con los religiosos del tiempo de Jesús y aún con sus mismos discípulos, ellos no entendían, no captaban el misterio de la Cruz. Ahora bien, no es entenderlo con el razonamiento humano sino en el espíritu. La Cruz y el poder de la sangre de Cristo es un secreto encubierto para quienes no creen, sin embargo, para nosotros es la mayor revelación que nos ha dado vida, sanidad y libertad. Ser lavados con la sangre de Cristo es también hablar un nuevo idioma y recibir Su identidad, la identidad de hijos e hijas del Rey.

Pablo devolvió la misma gracia que recibió cuando al visitar Grecia observó que allí los religiosos adoraban lo que no entendían ni conocían. Ellos habían levantado un altar que decía “AL DIOS NO CONOCIDO” porque sus corazones estaban hambrientos por descubrir quien era ese verdadero Dios, necesitaban conocer el secreto que estaba encubierto y tener un encuentro real con Cristo. Gracias a Pablo, la luz de Cristo llegó y les alumbró. Allí los griegos atenienses conocieron la belleza de la Cruz.

Ora a Dios y pide conocer la belleza de la Cruz y no vivir más en religiosidad.