La cruz y la resurrección de JesúsSample
Si leemos la confesión de Tomás en su contexto, la primera impresión es francamente asombrosa. ¿Por qué confiesa tanto? Contrario a su escepticismo anterior, ahora el sabe que Jesús ha regresado de entre los muertos. Ha visto las heridas y se ha convencido de que el Jesús que tiene delante es el mismo Jesús que habían bajado de la cruz y puesto en el sepulcro. ¿Por qué, entonces, no exclama simplemente: “Jesús, ¡estás vivo!” o incluso: “¡Ay! ¡Me equivoqué!”?
Tomás tuvo una semana entera para meditar sobre este asunto. Seguramente aún no podía encajar lo que luego se conoció como la doctrina de la Trinidad. Pero había progresado suficiente en su entendimiento como para comprender que si Jesús verdaderamente estaba vivo, esto era mucho más que una resurrección espectacular. Era la visitación del Dios Todopoderoso.
Cuando Juan escribe estas palabras de Tomás, “¡Señor mío y Dios mío!”, no puede evitar ver que es una maravilla sobre otra maravilla. Dos mil años después, nosotros leemos las palabras de Juan y podemos observar no solo la noción alucinante de la encarnación —Dios convertido en ser humano— sino el hecho asombroso de que este Dios-hombre se entregó a una muerte sustitutiva, la muerte de un cordero redentor. Es impresionante contemplar al Dios de la Biblia hecho hombre; pero es aún más asombroso verlo morir nuestra muerte, y luego ser vindicado en la resurrección. Desde luego que no podían ser palabras menos efusivas: “¡Señor mío y Dios mío!”. La confesión es escandalosa; la confesión es gloriosa.
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¿Crees? ¿O te encuentras entre los millones de personas que en cuanto comienzan a ver de qué trata la cruz, descartan el relato completamente porque les parece un escándalo? ¿Un Dios que vive, muere y resucita? ¿Un Dios que nos mira con ira pero nos ama igualmente? ¿Una cruz en la cual Dios envía y a la vez recibe el castigo? ¡Un escándalo! Nada es más central en la Biblia que la muerte y resurrección de Jesús. La Biblia entera gira alrededor de un fin de semana en Jerusalén hace unos dos mil años. Todo intento por entender la Biblia sin pensar sobre cómo integrar la crucifixión y resurrección de Jesús fracasará, no será más que un ejercicio de irrelevancia. Los mismos seguidores de Jesús no esperaban que le crucificaran y definitivamente no esperaban que resucitara. Sin embargo, después de ocurridos estos eventos, sus pensamientos y actitudes fueron transformados de tal manera que entendieron que era inevitable que Jesús muriera en una cruz y dejara una tumba vacía. Desde ese momento, sus vidas enteras cambiaron.
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