La MisiónSample
Para que «la misión» se haga efectiva a través de mí, es necesario morir. Morir a uno mismo, renunciar a algunas cosas que, aunque no tengan porqué ser malas, no forman parte de la estrategia divina para que «la misión» se cumpla.
¿Acaso no podría Dios hacerlo a pesar de mis caprichos, deseos o planes? ¿No está Él por encima de todo eso? Sabes, hay un doble objetivo para «la misión». Uno es evidente, que todos sean salvos. El otro, es tu corazón. Porque en lo que caminas hacia las metas diarias, puedes desviarte del sendero con mucha facilidad. Somos volátiles, distraídos, acomplejados, somos seres demasiado débiles y sensibles para la crudeza y la violencia de este mundo. Somos vulnerables, y sin un corazón rendido y aferrado a Jesús, somos víctimas fáciles.
Por eso la renuncia es un arma poderosa para que esto no ocurra, porque al rendir nuestras vidas a Él, al hacernos más conscientes cada día de cuánto le pertenecemos, más dependemos de Él y menos de nosotros. Más difícil se hace que nos desviemos, porque le damos los mandos a Dios. Y Él es un experto conductor.
También por eso renunciar nos es tan poco apetecible, porque queremos recuperar el control, porque vivimos en una lucha interna constante, entre ceder y retomar la dirección de nuestra vida. El mérito de ello se lo debemos al orgullo, que de vez en cuando vuelve para recordarnos que queremos ser igual a Dios. Pero la realidad es que no podemos, nadie puede. Sin embargo el orgullo nunca deja de intentarlo. Y sólo hay una forma de aplastar ese orgullo que nos persigue diariamente, y es morir a uno mismo.
About this Plan
Dios obra de maneras que no podemos entender. Incluso cuando no somos capaces de ver qué está haciendo Dios, Él sigue obrando. Porque puede, pues es Dios. Nosotros somos tan antropocéntricos, que confiamos más en nuestros sentidos que en los de Él. Pero su obra se escapa de nuestras manos, de nuestro conocimiento. Y cuando andamos en sus caminos, nos topamos con su realidad. Y nuestra vida cambia para siempre.
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