La MisiónSample
En la rutina, el ajetreo y los quehaceres es fácil quedarse dormido. Espiritualmente quiero decir.
Cuando hay tanto por hacer, y tan pocas manos dispuestas a hacerlo, el montón de tareas no nos permite parar a escuchar. Y eso complica las cosas, porque Dios quiere hablarnos.
Qué necesarios son los descansos. Los momentos de parón, las pausas, los «stops». Sin ellos viviríamos atropelladamente, y a menudo lo hacemos.
Jesús nos enseña la importancia de «apartarnos», de manera recurrente, a escuchar. Sin esos momentos de pausa, de escucha y de silencio, el trabajo de Jesús habría sido distinto. En medio del ruido y de la multitud, Jesús se detiene. No tiene prisa, ya llegarán. Pero hace falta parar para escuchar, si queremos ver lo que no hemos visto antes.
¿Cuán a menudo te paras a escuchar? ¿Programas descansos para estar a solas con Él? ¿Te permites una pausa entre tantas tareas? De camino a un trabajo importante, ¿serías capaz de detenerte como hizo Jesús?
Gracias a la capacidad de Jesús de prestar atención, parar y observar a su alrededor, hubo una mujer cuya vida fue transformada, y su cuerpo sanado milagrosamente. Esa mujer había sufrido por años una enfermedad dolorosa, molesta y sin descanso. De camino a su misión, Jesús paró para escuchar, y el resultado fue maravilloso. Instantes después, Jesús siguió, y aunque la misión a la que iba, parecía ya perdida, Él la recuperó.
Ser sensibles a lo que ocurre a nuestro alrededor es una parte esencial de «la misión». Porque se trata de ser sus manos y sus pies, sus ojos y sus oídos aquí en la Tierra. El día que Jesús detuvo todo lo que estaba haciendo para mirar a esa mujer, hablarle y escuchar su historia, no sólo impactó en la vida de ella, también en la de todos los presentes, en su familia y vecinos. ¿Qué hubiera sido de nosotros si Jesús no se hubiera detenido un día a mirarnos y escucharnos?
Scripture
About this Plan
Dios obra de maneras que no podemos entender. Incluso cuando no somos capaces de ver qué está haciendo Dios, Él sigue obrando. Porque puede, pues es Dios. Nosotros somos tan antropocéntricos, que confiamos más en nuestros sentidos que en los de Él. Pero su obra se escapa de nuestras manos, de nuestro conocimiento. Y cuando andamos en sus caminos, nos topamos con su realidad. Y nuestra vida cambia para siempre.
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