El Valor De La DisciplinaSample
El costo de la madurez
Nadie puede alcanzar la madurez espiritual si sigue teniendo una vida desordenada. La disciplina nos ayuda a negarnos a nosotros mismos. Tal vez sea gracias a la disciplina y al ejercicio que podamos dejar atrás viejos hábitos que solamente nos destruyen y nos alejan de la imagen de Jesús.
El precio que debemos pagar es el de despojarnos de nuestra propia naturaleza, ya que ella está acostumbrada (habituada) a hacer lo malo, lo que no le agrada a Dios. La Palabra de Dios nos habla de despojarnos, eso quiere decir renunciar, deshacerse, abandonar esa manera de vivir que solamente trae destrucción, en esta vida y en la vida eterna.
Aquí es donde debemos buscar desesperadamente la intervención del Espíritu Santo. “En cambio, dejen que el Espíritu les renueve los pensamientos y las actitudes” (Efesios 4:23 NTV). Cuando le dejamos al Espíritu Santo obrar con libertad en nuestra vida viene la renovación de nuestros pensamiento y actitudes, entonces estos dejan la naturaleza humana y se empiezan a alinear a la naturaleza divina, la que es creada según Dios a la imagen de Cristo.
Ciertamente el precio que debemos pagar es el de menguar, que cada vez haya menos de nosotros y más de Jesús. El propósito de la disciplina es que nos ayuda a formar hábitos que nos llevan a parecernos cada vez más a Jesús.
¡Morir a uno mismo cuesta, y vaya que cuesta! Pero Jesús nos enseñó que es posible morir a uno mismo, negarse a uno mismo; porque en el fondo hay una convicción en el corazón que nos dice que lo mejor está en la meta, cuando finalicemos la carrera podremos decir: ¡Lo logré, cada día de entrenamiento dio resultado, he vencido!
¡Felicitaciones! Hemos llegado al final, esperamos que Dios haya movido tu corazón a la acción. Sigue hacia la meta, ¡Dios va contigo!
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About this Plan
Cada uno de los hijos de Dios necesitamos llegar a ser transformados a la imagen de Jesús. Si bien es cierto que la mayor parte de este trabajo de transformación la hace el Espíritu Santo, nosotros también tenemos una responsabilidad. Debemos aprender a ser disciplinados, constantes y perseverantes en aquellos hábitos espirituales que nos llevarán a ser cada vez más parecidos a Cristo Jesús.
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