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Los entrenadores

Al hacer ejercicio diariamente, por poco que se sea, tu mente se mantiene despierta; tus músculos, activos y fuertes; y tu ánimo, arriba. En cambio, el sedentarismo garantiza lo contrario. Parte del éxito de un atleta, además de mantener la disciplina y el ánimo, es contar con un entrenador que lo dirija. Una persona experimentada en el deporte o actividad que realiza que oriente, corrija y anime cuando sea necesario.

Un entrenador de alto desempeño no puede ser una persona improvisada o que solamente haya leído un libro, y desee incursionar en el ramo. Un verdadero entrenador debe, no solo conocer la disciplina del deporte, sino también otras que complementen la actividad principal, así como los posibles errores y problemas que se puedan presentar, además de que pueda proporcionarle al atleta una plataforma donde logre sus objetivos.

Así también en nuestra vida espiritual hay entrenadores que nos pueden ayudar a ser atletas de alto rendimiento, son los pastores o líderes que están sobre nuestra vida, y que parte de su labor es guiarnos, corregirnos e instruirnos en los principios de Dios.

En muchas ocasiones, la labor de los pastores o líderes no es tomada como esencial y se piensa que solo algunas personas la necesitan, pero es importante que los reconozcamos y honremos porque ellos han demostrado ser fuertes en la fe, y que son capaces, no solo de llevar su carga, sino también de ayudar a otros a llevar la suya y salir victoriosos de la mano de Dios.

En algún momento de nuestra vida nos hemos dejado llevar por nuestras emociones y algunos nos hemos quedado varados en algún lugar como la falta de perdón, la apatía o no leer la Biblia. Y sentimos ganas de salirnos de la jugada, de tirar la toalla o de ya no seguir creyendo o siguiendo a Jesús. Y es aquí cuando la labor de los pastores o líderes toma más relevancia para lograr que un creyente siga adelante.

No obstante, tan importante como es la labor de los pastores y líderes, la Biblia nos dice que todos los creyentes debemos cuidar de los demás, animar a los más débiles y ayudar a los que se encuentran en dificultades. Esto nos hará crecer en nuestra relación con Dios y hará madurar nuestros músculos espirituales.

Señor, gracias por la oportunidad de poder ayudar a otros cuando lo necesitan. Ayúdame a madurar y a fortalecerme en la fe mientras sirvo a los demás.