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El Señor nos ha levantado como reyes y sacerdotes. Conocemos muy bien nuestras funciones como reyes, los privilegios que podemos disfrutar, los beneficios y las promesas que podemos tener por virtud de nuestros roles.

Pero, para un tiempo como este, el Señor está buscando sacerdotes. Personas que estén dispuestas no solo a disfrutar de las riquezas sino también a querer sacrificarse por otros. A olvidarse del aplauso, porque nadie verá lo que están haciendo; a perder el sonido de su voz porque frecuentemente están ordenando a Satanás que libere las almas que tiene en cautiverio.

Ambas cosas son parte de nuestras tareas, roles, privilegios y responsabilidades. Somos reyes (y a muchos les gustaría serlo), pero también somos sacerdotes. Y, ¿cuál es la función del sacerdote? De forma sencilla, el sacerdote es quien se pone en la brecha entre Dios y los hombres, asumiendo la responsabilidad de los pecados de las personas.

En la Escritura tenemos muchos ejemplos de verdaderos sacerdotes. Podemos ver que Moisés, en muchas ocasiones, acudía delante de Dios para interceder por su pueblo. Cuando el pueblo estaba hambriento, Moisés clamaba a Dios. Cuando el pueblo estaba sediento, Moisés intercedía delante de Dios. Cada vez que los israelitas se veían en apuros y sufriendo, Moisés iba delante del Señor con las peticiones del pueblo, asumiendo la responsabilidad por ellos delante de Dios.

Y, del mismo modo, podríamos mencionar a otros como Daniel, Abraham, Débora, Jeremías, Joel, Elías y muchos más, que no dejaron de lado su función como sacerdotes sino que se pusieron en la brecha, delante del Señor, para clamar por otros.

Dios está buscando hombres y mujeres valientes que estén dispuestos a acudir delante de Él, ¡y que no solo quieran disfrutar de Sus bendiciones!