El Buen Pastor, inspirado en el Salmo 23Sample

Hoy en la perspectiva eterna

 Marcus Brecheen

Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría. Salmo 90:12 (NVI)

Yo sé que mi Redentor vive y que al final se levantará sobre el polvo. Y después que hayan deshecho esta mi piel, ¡en mi carne he de ver a Dios a quien yo mismo he de ver! Lo verán mis ojos, y no los de otro. Mi corazón se consume dentro de mí. Job 19:25-27 (RVA-2015)

Recientemente estuve en Colorado y tuve la oportunidad de subir una montaña de más de 14,000 pies de altura, llamada Uncompahgre Peak. Con una altura de 14,321 pies sobre el nivel del mar, esta es la cima más alta de las montañas San Juan. La vista desde la cumbre es espectacular, tiene un acantilado de 700 pies que expone una gran saliente de roca firme.  Mientras estaba parado cerca de la orilla, me preguntaba qué tan fuertes eran las rocas que estaban debajo de mí. De vez en cuando, surge una historia de una saliente de roca que finalmente cede, y oré pidiendo que yo no estuviera parado en la próxima.

Pero ¿acaso no es así como se vive toda la vida, desde la perspectiva de la eternidad? Cada día, cada salida y cada momento aburrido y olvidado se vive al borde del abismo, permanece entre nuestro tiempo aquí en la tierra y la eternidad.

Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, C. S. Lewis escribió: “La guerra no crea una situación absolutamente nueva; sencillamente agrava la situación humana permanente para que ya no podamos seguir ignorándola. La vida humana siempre se ha vivido al borde del precipicio”.  Ciertamente, la mañana que pasé mirando desde la cima de Uncompahgre Peak es lo que todos hacemos a diario sin siquiera darnos cuenta: vivir al borde de un precipicio entre aquí y la eternidad. Y más veces de las que queremos admitir, la peña rocosa cede debajo de nuestros pies. A todos nos confrontó esta realidad cuando el COVID-19 dominó al mundo. Nuestros amigos y familiares perdieron sus batallas, y nuestra conciencia colectiva creció justamente por cuán cerca de la orilla danzamos.

Sin importar cuán bien nos preparemos, la polilla y el óxido acabarán con el tesoro que creíamos seguro. Ni las naciones ni las economías están exentas, todas sienten los efectos del tiempo cuando se precipita hacia el futuro. No es morboso contar nuestros días; es sabio. La vida es muy breve, incluso si dura 100 años. ¿Entonces qué? La sabiduría sopesa y empieza a prepararse. 

Cada día empieza y termina sin pompa; puede volverse algo monótono. Sin embargo, contar nuestros días empieza con hoy, este día repetitivo pero irrepetible. Cada día está lleno de 1,440 minutos, cada minuto puede ser mundano o impregnado de esperanza. Cuando la semilla de la eternidad te ha llenado de esperanza, tu perspectiva del futuro cambia.

Muchos predicadores dicen que estamos en los últimos días. Si tienen razón o no, solo Dios lo sabe. Pero estos son nuestros últimos días, ya sea que Jesús regrese a nosotros o nosotros vayamos a Él. Esta revelación es razón de esperanza y de gozo, no de temor ni de pavor. Así que levanta tu cabeza, ¡tu redención se acerca!

ORACIÓN

Padre, puedo decir sinceramente que estoy un poco indeciso en cuanto a contar mis días. La idea de mi propia muerte es algo extraño de considerar, y por mucho que te ame, sigue habiendo demasiado misterio sobre lo que sucederá después de la muerte. Así que necesito gracia y revelación. Por favor guíame a través de un camino recto y feliz para que mi corazón se llene de sabiduría. En el nombre de Jesús, amén.

PARA MEDITAR 

• Agradece a Dios que Él no te ha dado temor, ni siquiera en el valle de las sombras. 
• Agradece a Dios que Jesús se ha ido antes que tú para prepararte un lugar. 
• Agradece a Dios que la eternidad estará llena de una cercanía a Él, de belleza, de seres queridos y de revelación constante sobre cuán grande es el amor del Señor por nosotros. 
• Agradece a Dios por una confianza creciente en que Él te guiará durante todo el camino a casa.

Espíritu Santo, ¿qué es lo que me estás diciendo hoy?

VERSÍCULO PARA MEMORIZAR

Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento. Salmo 23:4