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La Biblia con Nicky y Pippa Gumbel 2022Sample

La Biblia con Nicky y Pippa Gumbel 2022

DAY 242 OF 365

Cómo recibir un «lifting» facial del Espíritu Santo

El padre Raniero Cantalamessa, un franciscano capuchino que es predicador de la casa papal y tiene 81 años, tuvo la amabilidad de venir a hablar en nuestra conferencia de liderazgo en mayo de 2015. Mucha gente comentó cómo su cara y sus ojos brillan irradiando la presencia de Dios. Una vez, Cantalamessa iba en un tren por Italia cuando una mujer que no era nada creyente, se le acercó y le dijo: «*Su cara me empuja a creer*». Se ha dicho que «no podemos controlar la belleza de nuestra cara, pero sí su expresión». Como ilustra la historia, se puede saber un montón de una persona mirando sus ojos y su cara. Decimos: «Deberías haber visto la *expresión de su cara*». Como dice el viejo adagio latino: «La cara es el índice de la mente». También es verdad que «los ojos son la ventana al alma». Cuando de verdad queremos que alguien nos escuche y nos crea, le decimos: «*Mírame a los ojos*». La Biblia dice mucho sobre caras y ojos.

Salmos 104:19-30

1. El rostro de Dios

Hay un hambre spiritual en nuestros corazones que solo puede ser satisfecha por Dios. Los salmos están llenos de un deseo de relación con Dios, así como de un deseo de estar en la presencia de Dios. Aquí se describe usando el lenguaje de las relaciones humanas: «mirando» a Dios y buscando Su «rostro»: «Todos ellos esperan de ti […] Si escondes tu rostro, se aterran […] si envías tu Espíritu, son creados» (vv.27–30).

El salmista contrasta la satisfacción que viene de buscar el rostro de Dios, con el terror cuando Él esconde Su rostro de nosotros. El pecado crea una barrera entre nosotros y Dios. Cuando Adán y Eva pecaron, ya no pudieron mirar a Dios a los ojos, se escondieron de Él y fueron expulsados de Su presencia. Dios escondió Su rostro de ellos y se llenaron de terror.

Cuando podemos mirar a Dios a la cara, ocurre lo contrario: «Todos ellos esperan de ti que a su tiempo les des su alimento. Tú les das, y ellos recogen; abres la mano, y se colman de bienes» (v.27). Esto no solo es verdad en el caso de la comida física que parece describir aquí el salmista; también lo es respecto a la comida espiritual que Dios nos da.

Señor, gracias porque cuando te miro abres Tu mano y me colmas de buenas cosas. Perdona mis pecados y no me escondas Tu rostro.

2 Corintios 3:7-18

2. Nuestras caras

Se supone que nuestros rostros brilla más que la cara de Moisés. El día en que entregó las tablas, el rostro de Moisés «fue tan glorioso que los israelitas no podían mirar la cara de Moisés debido a la gloria que se reflejaba en su rostro, la cual ya se estaba extinguiendo» (v.7).

El ministerio de la antigua alianza era bueno en sí mismo. Vino «grabado con letras en piedra», y también vino «con gloria» (v.7). Moisés había visto el rostro de Dios y como resultado su cara deslumbraba (ver Éxodo 34:29 en adelante). Moisés «se tapaba la cara con un velo para que los israelitas no vieran el fin de aquello que estaba destinado a desaparecer» (2 Corintios 3:13).

Aunque el ministerio de la antigua alianza fuera bueno, acabó «causando muerte» (v.7). Por nosotros mismos no somos capaces de guardar los mandamientos de Dios. Pecamos y «la paga del pecado es la muerte» (Romanos 6:23).

Pablo continua el contraste con el ministerio de la antigua alianza con el ministerio del Espíritu. El ministerio de la antigua alianza era bueno en sí mismo (2 Corintios 3:7); pero el ministerio el Espíritu es aún más glorioso y duradero (vv.9–11).

El ministerio de la antigua alianza conllevó que Moisés se pusiera un velo. Los velos impiden que la gente vea. Pablo dice que aún hoy en día, la gente no entiende o comprende verdaderamente, pues «la mente de ellos se embotó» (v.14). El velo solo es quitado cuando alguien se vuelve al Señor (v.16).

Ciertamente, esa fue mi experiencia: había escuchado la lectura de la Biblia y asistido a charlas sobre la fe cristiana, pero no comprendía de qué estaba hablando la gente. No tenía ningún sentido para mí, pues mis ojos espirituales estaban cegados. En cuanto me volví al Señor, fue como si el velo hubiera sido removido; podía ver y comprender.

Pablo prosigue escribiendo algo absolutamente sorprendente: «Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y, donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu» (vv.17–18).

Toda la Trinidad se involucra; la gloria de Dios se ve en la cara de Jesús nuestro Señor. Jesús y el Espíritu Santo están tan íntimamente conectados que Pablo puede escribir: «El Señor es el Espíritu […] el Señor, que es el Espíritu » (vv.17–18). El Espíritu Santo es el Espíritu de Jesús (Hechos 16:7).

El Espíritu del Señor trae la libertad radical a nuestras vidas. La libertad del legalismo, la culpa, la vergüenza, la condenación, el odio y el rechazo a uno mismo. La libertad del poder del pecado, el egoísmo, la manipulación y el control. La libertad del miedo a la muerte, y a lo que los demás pensarán de nosotros; en definitiva la libertad de no tener que compararnos con los demás.

Ahora eres libre para conocer, amar y servir a Dios. Eres libre para usar tu vida y tus energías para amar a los demás. Eres libre para ser tú mismo. Puedes acercarte a Dios con confianza (2 Corintios 3:12). No tienes que ponerte un velo en la cara.

Al mirar el rostro de Jesús, él te transforma a su semejanza. Este cambio es gradual, poco a poco «somos transformados de gloria en gloria» (v.18, RVA-2015). Cuando pasas tiempo con otra persona tiendes a parecerte a ella. La gente mira a los famosos y reproduce sus maneras y apariencia. Si estás cautivado por Jesús, serás transformado a su imagen.

Vemos miles de caras cada día, las imágenes están por todos lados, pero el Espíritu nos revela la cara más importante de todas. Al pasar tiempo en la presencia del Señor, te haces más y más como Él. Eres transformado a su semejanza con una gloria que siempre se va incrementando.

Señor, gracias por el inmenso privilegio de poder acercarme a Ti con libertad y confianza. Gracias porque te puedo mirar a la cara y reflejar Tu gloria en el mundo. Ayúdame a fijar mis ojos en Ti.

2 Crónicas 35:20-36:23

3. Los ojos de Dios

Los ojos de Dios ven todo lo que vemos, hacemos y pensamos. Podemos escapar de los ojos humanos, pero no de los ojos de Dios.

La triste historia del pueblo de Dios continúa. La naturaleza humana no cambia: se daban luchas, batallas, disputas, ataques y guerras (35:20–21). Josías fue sucedido por reyes que no siguieron su buen ejemplo. Joacaz, Joacim (su hijo) y Sedequías (tío de Joacim), todos ellos hicieron «lo que ofende al Señor» (36:5,9,12).

El problema de Sedequías —como el de los demás— consistía en que era de dura cerviz «y, en su obstinación, no quiso volverse al Señor» (v.13). Ser de dura cerviz es una poderosa ilustración de lo que es el orgullo (negarse a inclinar la cabeza ante Dios). Endurecer el corazón es una descripción de cómo podemos resistirnos al Espíritu Santo.

«Por amor a su pueblo y al lugar donde habita, el Señor, Dios de sus antepasados, con frecuencia les enviaba advertencias por medio de sus mensajeros. Pero ellos se burlaban de los mensajeros de Dios, tenían en poco sus palabras, y se mofaban de sus profetas» (2 Crónicas 36:15–16). Llegó el momento en que Dios los entregó (v.17) a los grandes poderes de la época: Babilonia (el Iraq de nuestros días) y Persia (el Irán de hoy en día).

El libro de las Crónicas termina con una ligera nota de esperanza. El pasaje de hoy incluye la descripción de la destrucción de Jerusalén y su Templo en el 597 a.C. y el exilio, pero termina con la esperanza de la restauración y la reconstrucción que empezó en el 538 a.C.

Esta restauración apuntaba a la esperanza suprema que habría de venir por medio de Jesucristo nuestro Señor. El ministerio de la antigua alianza sería sorbrepasado por mucho por el ministerio de Jesús y el Espíritu Santo. Nuestra esperanza es de un orden completamente diferente. Pablo escribe: «Así que, como tenemos tal esperanza, actuamos con plena confianza» (2 Corintios 3:12). Es la esperanza de reflejar la gloria de Dios y ser transformados a Su semejanza con más y más gloria (v.18).

Señor, muchas gracias por la esperanza que tenemos la cual es mucho mayor de lo que nadie imaginó o pensó jamás. Gracias porque puedo mirar a la cara de Jesús. Gracias porque puedo reflejar la gloria de Dios y ser transformado a Su semejanza con más y más gloria.

Pippa Adds

2 Corintios 3:18

« Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu»

No hay crecimiento sin cambios.

References

Nueva Versión Inernacional (NVI) Copyright © 1999 by Biblica, Inc

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La Biblia con Nicky y Pippa Gumbel 2022

¿Abrumado por la idea de leer la Biblia? Dedique un tiempo cada día a escuchar a Nicky y Pippa Gumbel mientras le explican toda la Biblia en 365 días. Cada día, se explora un tema diferente a través de una selección de escrituras tomadas del libro de Salmos o Proverbios, así como del Nuevo y Antiguo Testamento. Nicky y Pippa brindan comentarios sobre estos extractos para brindar información y aplicación práctica.

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