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La Biblia con Nicky y Pippa Gumbel 2022Sample

La Biblia con Nicky y Pippa Gumbel 2022

DAY 222 OF 365

El juicio de Dios y el nuestro

Cuando ejercía como abogado, la mayor parte de los jueces ante los que comparecía eran extremadamente buenos. Pero recuerdo una ocasión en la que comparecí ante una juez que no lo era y fue una experiencia terrible. Me tocaba representar al acusado en un caso penal. Solo era mi segundo caso ante un jurado y, a mis veintitrés años, obviamente me faltaba mucha experiencia. A pesar de eso, me dio la impresión de que había algo que estaba muy mal en la manera en la que la juez dirigía el juicio. No paraba de interrumpirme cada vez que intentaba interrogar a un testigo, interviniendo numerosas veces para hacer sus propias preguntas. Terminé teniendo lo que el ujier del tribunal describió como «una acalorada discusión con la juez». El sumario que hizo la juez fue más bien un segundo alegato de acusación; mi cliente fue sentenciado y enviado a prisión. Apelamos basándonos en que el acusado tenía el derecho a un juicio justo, el cual había sido conculcado. Cuando comparecí ante tres jueces muy vetustos del Tribunal de Apelaciones, me sentía nerviosísimo de pensar que censurarían mi «discusión acalorada con la juez». Para alivio mío, se sintieron tan horrorizados por su conducta durante el juicio como yo, por lo que anularon la sentencia original y se restauró mi confianza en el sistema legal británico. En muchos lugares del mundo, los buenos jueces no son algo que abunde, pues no hay imperio de la ley y el resultado es una terrible injusticia. En particular, los pobres tienden a ser las víctimas, especialmente si los jueces ceden a los sobornos y la corrupción.

Salmos 94:1-11

1. Juez de la tierra

El Señor Dios es el «Juez de la tierra» (v.2). Por el momento, no siempre vemos la justicia sino que vemos la maldad de los impíos (v.3), con su arrogancia y fanfarronería (v.4). Vemos cómo la gente es oprimida y pisoteada (v.5). En particular, vemos a los pobres: las viudas, los extranjeros y los huérfanos sufriendo (v.6).

El salmista clama pidiendo justicia. Dios es un Dios de justicia, Él «venga» (v.1). No se trata de una acción vindicativa sino de la respuesta apropiada y justa al mal y la iniquidad. Él dará «su merecido a los soberbios» (v.2b). Los malvados no se saldrán con la suya más, ni los pobres serán oprimidos.

El juicio de Dios es un aspecto de su amor. Él ama a los marginados y por lo tanto, actúa en su favor juzgando a sus opresores.

La injusticia es la causa de tanto sufrimiento en el mundo. Con el fin de proteger a los inocentes, es un acto de amor llevar ante la justicia a aquellos que —por ejemplo—, se benefician del tráfico sexual

A veces podemos estar tentados a pensar que «Dios no se da cuenta» o que «a Dios no le importa». Pero la realidad es que Dios, quien «nos hizo los oídos», oye; y que quien «nos formó los ojos», ve (v.9). Esto quiere decir que el juicio de Dios estará lleno de amor y será perfecto. Dios tiene un conocimiento total pues «el Señor conoce los pensamientos humanos» (v.11a) y por lo tanto puede administrar justicia perfecta, y así lo hará.

Señor, gracias porque un día veremos la justicia perfecta ejecutada por las manos del Juez Perfecto. Mientras tanto, Señor, ayúdanos a buscar justicia en esta tierra, especialmente para los marginados.

1 Corintios 6:1-20

2. Jueces en la iglesia

En el Nuevo Testamento, la regla general es que los cristianos nunca deberían acabar pleiteando ante los tribunales de justicia entre ellos.

El apóstol Pablo estaba escandalizado por que los creyentes en Corinto se demandaban ante los tribunales los unos a los otros (v.1a). Que los creyentes se demandaran entre sí ante los «inconversos» (v.1) era un antitestimonio terrible para la iglesia. En palabras de The message: «¿Tiene algún sentido acudir a un tribunal que no sabe nada de los caminos de Dios, en vez de acudir a la familia de los cristianos?» (v.1b, MSG).

Es mejor que a uno le hagan mal o le engañen que acabar envuelto en pleitos (vv.7–8). Pablo los exhorta a que si tienen alguna disputa, arreglen el asunto entre ellos (vv.4–6).

Si es verdaderamente necesario resolver una disputa, entonces deberían designar jueces de la iglesia. Pablo señala que un día «los santos han de juzgar al mundo» (v.2, RVA-2015). Como dice The Message: «Llegará el día en el que el mundo comparecerá ante un jurado compuesto por los seguidores de Jesús» (v.2, MSG). Pablo sugiere que este juicio incluirá el de los ángeles caídos (v.3).

El argumento de Pablo es que si un día seremos parte de aquel gran día del juicio final, seguramente que en el presente somos capaces de juzgar casos relativamente triviales (vv.2–3). Haz todo lo posible para evitar «demandar» a otro ante los «incrédulos» (v.6).

Habrá un juicio final y «los malvados no heredarán el reino de Dios» (v.9). Pablo enumera varios tipos de pecadores; en palabras de The Message: «Aquellos que usan y abusan de los demás, usan y abusan del sexo, usan y abusan de la Tierra y todo lo que contiene, no califican como ciudadanos del Reino de Dios» (vv.9–10, MSG).

Un cierto número de aquellos para los que Pablo estaba escribiendo tuvieron que haber practicado en el pasado estilos de vida como los descritos, y tuvieron que haber estado incluidos en la lista que enumera Pablo. Pero el apóstol escribe esto: «Pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios» (v.11).

Todos merecemos ser condenados en el juicio final. No tenemos de qué sentirnos auto-justificados ni de qué alardear. Por medio de la muerte de Jesús por ti, fuiste lavado, santificado y justificado. Ser justificado significa ser absuelto ante el gran tribunal de Dios. El juicio se realiza y es ahora cuando recibes ese veredicto.

Puedes tener gran confianza en el futuro, pues la muerte no es el final: «Con su poder Dios resucitó al Señor, y nos resucitará también a nosotros» (v.14). No solo puedes estar seguro de que un día serás resucitado a la vida eterna, sino que por medio de Jesús, también puedes tener la seguridad de presentarte con confianza ante el juez de toda la tierra, «santificado» y «justificado» (v.11).

Esto no significa que puedas ir y hacer lo que te plazca. Más bien al contrario. Tu cuerpo es ahora un templo del Espíritu Santo (v.19). Fuiste «comprado por un precio» (v.20) y por lo tanto has de huir «de la inmoralidad sexual» (v.18). En The Message se nos dice que «no debemos buscar el tipo de unión sexual que huya del compromiso y la intimidad dejándonos más solos que nunca» (v.16, MSG), y Pablo nos recuerda: «Su cuerpo es templo del Espíritu Santo» (v.19).

No dejes «que nada [te] domine» (v.12). Tu cuerpo pertenece a Dios; úsalo para honrarlo (v.20).

Señor, gracias porque soy lavado y limpiado por medio de la sangre de Jesús. Gracias porque ya he sido absuelto. Ayúdame a vivir como alguien que ha sido liberado para honrarte en todo lo que hago.

2 Crónicas 1:1-17

3. El juicio de Salomón

¿Alguna vez te has sentido desbordado por algo que tienes que hacer? Ciertamente, a mí me pasa, como Salomón, quien se tuvo que enfrentar a una tarea ardua.

El reino de Salomón estaba firmemente establecido (v.1) cuando este se dirigió hablando a todo Israel, incluyendo a los «jueces» (v.2).

Él mismo tenía que actuar como juez; de hecho, a lo largo de la historia Salomón ha sido conocido por su buen juicio. El pueblo sentía

«un gran respeto por él, pues vieron que tenía sabiduría de Dios para administrar justicia» (1 Reyes 3:28).

¿De dónde venía esta sabiduría? Era una respuesta a su oración cuando Dios le había dicho «pídeme lo que quieras» (2 Crónicas 1:7). Él oró, lo siguiente (que yo suelo orar también): «Te pido sabiduría y conocimiento para gobernar a este gran pueblo tuyo; de lo contrario, ¿quién podrá gobernarlo?» (v.10).

«Entonces Dios le dijo a Salomón:

―Ya que has pedido sabiduría y conocimiento para gobernar a mi pueblo, sobre el cual te he hecho rey, y no has pedido riquezas ni bienes ni esplendor, y ni siquiera la muerte de tus enemigos o una vida muy larga, 12 te los otorgo. Pero además voy a darte riquezas, bienes y esplendor, como nunca los tuvieron los reyes que te precedieron ni los tendrán los que habrán de sucederte» (vv.11–12).

Como Jesús enseñó: «Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas» (Mateo 6:33). Y el apóstol Santiago dijo: «Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie» (Santiago 1:5).

Señor, oro para recibir sabiduría y conocimiento tanto para aquellos que tienen que liderar y gobernar como también para mí. También oro para que suscites buenos jueces y que haya una transformación de los sistemas de justicia en todo el mundo.

Pippa Adds

2 Crónicas 1:10

«Te pido sabiduría y conocimiento…»

Necesito sabiduría constantemente. Hay tantas decisiones que tomar en un solo día: lo que hago en una situación, lo que digo a alguien, si voy a un evento o no… Señor, dame hoy sabiduría.

References

Nueva Versión Inernacional (NVI) Copyright © 1999 by Biblica, Inc

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La Biblia con Nicky y Pippa Gumbel 2022

¿Abrumado por la idea de leer la Biblia? Dedique un tiempo cada día a escuchar a Nicky y Pippa Gumbel mientras le explican toda la Biblia en 365 días. Cada día, se explora un tema diferente a través de una selección de escrituras tomadas del libro de Salmos o Proverbios, así como del Nuevo y Antiguo Testamento. Nicky y Pippa brindan comentarios sobre estos extractos para brindar información y aplicación práctica.

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