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 La idea de confesar nuestros pecados a Dios puede resultar extraña. Después de todo, él ya lo sabe todo, ¿verdad? Entonces, ¿cuál es el punto de confesar? No es decirle a Dios algo que Él no sabe o simplemente hacerlo feliz. Llegar al punto en el que podemos admitir que hicimos algo mal, que lastimamos a otra persona, es bueno para nosotros. Admitir que estamos equivocados es una señal de crecimiento y fe. Cuando somos capaces de expresar con palabras cómo nos hemos equivocado, estamos dando un paso hacia la curación. No porque Dios nos vea de manera diferente, sino porque comenzamos a vernos a NOSOTROS MISMOS de manera diferente.

 Elige un día de esta semana para ser realmente honesto con Dios y confesar tus pecados. Mientras lo haces, recuerda que no se trata de obtener la aprobación de Dios, sino de aprender a vernos a nosotros mismos y a ver lo que hemos hecho con honestidad.