La Biblia con Nicky y Pippa Gumbel 2018Sample
El clamor de tu alma
En la época de la esclavitud en Estados Unidos, los esclavos del sur vivían en condiciones brutales. En su dolor compusieron algunas canciones profundamente conmovedoras con melodías inolvidables y llenas de emotividad. Estos «spirituals» (espirituales) eran cantos de esperanza y anticipación. Reflejaban el clamor del alma de los esclavos en su anhelo ferviente de alcanzar la libertad.
Ellos abrazaron a Jesús como su Salvador y Señor y, en medio del sufrimiento casi insoportable, experimentaron su gracia, su paz y su esperanza para el futuro. Desde aquella relación con Jesús podían cantar:
¿Estuviste allí, cuando crucificaron a mi Señor?
En el pasaje del Nuevo Testamento de hoy vemos el trasfondo de esta extraordinaria afirmación neotestamentaria de que aquel a quien «ellos crucificaron» es efectivamente mi Señor. Dios es descrito en el Antiguo Testamento como «El Señor»
La palabra hebrea original para «Señor» (YHWH) no tenía vocales ni era verbalizada. Se la consideraba demasiado sagrada como para ser pronunciada. Por dicha razón, cuando se agregaron vocales a los textos hebreos originales no se añadieron «al nombre» (YHWH). Ha habido mucho debate en los tiempos modernos sobre qué vocales deberían usarse. Se llegó a cierta conclusión que debería ser «Jehová», pero la mayoría de los eruditos coincide en que el término «Yahveh» resulta más preciso.
En la traducción griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta, este nombre sagrado (YHWH) se traduce como «Kyrios» (Señor). Es realmente extraordinario, por lo tanto, que los escritores del Nuevo Testamento (judíos monoteístas) hicieran esta afirmación cristiana fundamental de que «Jesús es el Señor» (Kyrios) (Romanos 10:9; 2 Corintios 4:5; Hechos 2:36) y que nuestro Señor haya sido crucificado por nosotros.
Salmos 31:19-24
1. Ama al Señor
David insta del siguiente modo: «Amen al Señor, todos sus fieles» (v.23a). Amar al Señor es el primer mandamiento. Es una relación de amor de doble vía. Lo amamos porque nos amó primero (1 Juan 4.19). Nuestro amor es una repuesta a su amor.
David escribe: «Bendito sea el Señor, pues mostró su gran amor por mí» (Salmo 31:21a). Este salmo te hace meditar sobre cuánto te ama Dios. «¡Qué grande es tu bondad para aquellos que te honran!» (v.19, DHH).
Te esconde «al amparo» de su presencia (v.20a), te protege en su «morada» (v.20b). Te guarda de «las lenguas contenciosas» (v.20b). Escucha tu «voz suplicante cuando te pedí que me ayudaras» (v.22b). «El Señor cuida de los sinceros» (v.23, DHH). Por lo tanto, puedes decir con David: «Cobren ánimo y ármense de valor» (v.24a), aun cuando las cosas parezcan difíciles. «Den ánimo y valor a sus corazones todos los que confían en el Señor» (v.24, DHH).
Señor, te alabo por las maravillas de tu amor. Gracias porque escuchas mi voz suplicante cuando clamo a ti por ayuda. Señor, ayúdame…
Marcos 15:1-32
2. Jesús es el Señor
«¿Estuviste allí, cuando crucificaron a mi Señor?». Me desgarra el corazón leer el relato del abuso, la tortura y la crucifixión de Jesús. Crucificaron a mi amigo y mi Señor. Jesús es:
- Mi Rey
Jesús acepta el título de «rey de los judíos» (Marcos 15:2). Los soldados lo usaron como un término de abuso (v.18) y es el nombre que apareció escrito sobre la cruz como el cargo judicial en su contra (v.26). No obstante, Jesús es el cumplimiento del gran anhelo de Israel y las muchas promesas de reinado davídico (ver Isaías capítulos 9 y 11). Es un rey distinto a los reyes humanos.
Los líderes religiosos lo llevaron ante Pilato por envidia (Marcos 15:10). Ten cuidado de no tener envidia, algo que suele describirse como el «pecado religioso»
Jesús es objeto de insultos y acusaciones falsas. Si eres calumniado o difamado, agradécele a Dios que permita que tú, en menor medida, participes de los sufrimientos de Jesús y a la vez, ora pidiendo que Dios te ayude a responder tal como él, con amor y perdón.
- Mi Mesías
Es irónico que los líderes religiosos se mofaran de él y lo describieran como «ese Cristo» (vv.31-32), porque eso era exactamente quién era y es. La palabra «Cristo» deriva del término griego «Christos», que traduce el hebreo «Mashiah» o «Messiah». Tanto en griego como en hebreo literalmente significa «ungido». Hemos visto a Jesús como el ungido Sumo Sacerdote de Dios. Aquí lo vemos con el Rey ungido.
- Mi Salvador
De nuevo vemos la extraordinaria ironía de las palabras burlonas también de quienes pasaban por allí: «¡Baja de la cruz y sálvate a ti mismo!» (v.30) y los líderes religiosos: «Salvó a otros, ¡pero no puede salvarse a sí mismo!» (v.31). Esto era exactamente cierto. A fin de ser el Salvador del mundo no podía salvarse a sí mismo. Tenía que atravesar la agonía de la crucifixión para poder salvarnos a ti y a mí.
El incidente con Barrabás nos ofrece una imagen de lo que Jesús ha hecho como Salvador del mundo. Barrabás, como yo, era culpable y merecía el castigo: «…estaba encarcelado con los rebeldes condenados por haber cometido homicidio en una insurrección» (v.7). Jesús, por otra parte, era inocente. Como destacó Pilato: «¿Qué crimen ha cometido?» (v.14). Sin embargo «soltaron» a Barrabás, quien fue puesto en libertad; mientras que a Jesús lo mandaron a «azotar» y fue entregado «para que lo crucificaran» (v.15). El inocente enfrentó el castigo de muerte de modo que yo, el culpable, pudiera ser libre. Puede que no seamos homicidas como Barrabás, pero todos necesitamos que nos rescate el Salvador del mundo.
- Mi Señor
En el pasaje de ayer vimos cómo cuando el sumo sacerdote le preguntó a Jesús «¿Eres el Cristo, el Hijo del Bendito?», él le respondió: «Sí, yo soy» (14:61-62). La reacción del sumo sacerdote fue acusar a Jesús de blasfemia por afirmar ser Dios. ¿Cuál era el motivo? Cuando Dios reveló su nombre YHWH a Moisés (Éxodo 3:14-15), también explicó su significado. Viene de la frase hebrea «Yo soy el que soy» o simplemente «Yo soy». La reacción del sumo sacerdote ante la afirmación de Jesús en Marcos 14:62 sugiere que Jesús estaba declarando no ser otro más que YHWH (el Señor) (ver también Juan 8:58).
Esta maravillosa verdad es el trasfondo que se esconde tras el clamor extraordinario de San Pablo en Filipenses 2:5-11 (que forma la base de la oración que aparece a continuación).
Señor, ayúdame a tener la misma actitud que Jesús, quien se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte. Gracias porque lo exaltaste al lugar más alto y le diste el nombre que está por encima de todo nombre, para que ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble tanto en el cielo como en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua reconozca que Jesucristo es el Señor.
Levítico 21:1-22:33
3. Alaba al Señor
En este pasaje vemos un gran énfasis en el «santo nombre» (22:2) de Dios. En el capítulo 22 Dios le dice a su pueblo: «Yo soy el Señor» nueve veces (vv.2-3,8-9,16,30-33). ¿Por qué enfatiza su nombre en estos versículos?
Los nombres eran muy significativos en tiempos antiguos. Se creían que comunicaban algo importante sobre la persona en cuestión. Como hemos visto, el nombre de Dios no era la excepción. El nombre YHWH declaraba la singularidad y la grandeza de Dios.
El nombre de Dios también recordaba al pueblo sobre su relación única con ellos. Era su nombre el que había sido revelado a Moisés como una señal de la promesa de que Dios estaba con su pueblo (Éxodo 3).
Cada vez que Dios declara «Yo soy el Señor» le recuerda al pueblo tanto su grandeza como la relación de ellos con Él. Cada una de las leyes descritas en el capítulo se construye sobre estas verdades y están diseñadas para apuntar hacia ellas.
El tema de Levítico 21 es la santidad de Dios y la necesidad del sacerdocio a fin de que el pueblo sea capaz de acercarse a Dios. En el Nuevo Testamento vemos que Jesús es el Gran Sumo Sacerdote y es a través de Él que nos acercamos a Dios. Jesús es:
- Completamente santo
El sumo sacerdote tenía que ser ceremonialmente puro (21:11b). Jesús era moralmente perfecto. Jesús es «santo, irreprochable, puro, apartado de los pecadores» (Hebreos 7.26).
- Consagrado a Dios
El sumo sacerdote tenía que ser consagrado a Dios (Levítico 21:12), como era Jesús (Lucas 2:22).
- El ungido
El sumo sacerdote tenía que ser ungido con aceite (Levítico 21:12) como un símbolo del Espíritu Santo. Jesús fue ungido por el Espíritu Santo en su bautismo. Es el ungido: el Cristo.
En el capítulo 21 se nos recuerda la necesidad de un sacerdote perfecto. En el 22, además, se nos recuerda la necesidad de un sacrificio perfecto. El sacrificio tenía que ser sin defecto alguno (22:19,21). Jesús fue un sacerdote perfecto y un sacrificio perfecto.
Al considerar estos tres pasajes juntos podemos meditar en el extraordinario clamor del alma: «Jesucristo es el Señor» (Filipenses 2:11) y en su extraordinario amor por nosotros demostrado por su crucifixión en nuestro lugar, así como también nuestra respuesta adecuada: «…amar al Señor» (Salmo 31:23a).
Señor, quiero adorarte. Eres Tú quien me hace santo. Eres Tú quien me rescata de la cautividad. Eres el Señor. ¡Te amo Señor!
Pippa Adds
Salmo 31:24
«Cobren ánimo y ármense de valor, todos los que en el Señor esperan».
Hoy necesito que renueves mis fuerzas. En realidad, ¡lo necesito casi todos los días! Más fuerzas, por favor Señor.
References
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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