La Biblia con Nicky y Pippa Gumbel 2018Sample
Rico en misericordia
Un hombre se estaba haciendo un retrato a manos de un pintor exitoso. Cuando el retrato estuvo listo, lo mostraron quitándole el velo. El hombre quedó muy descontento con el resultado. Cuando le preguntaron si le gustaba, respondió: «No creo que me haga justicia», a lo cual replicó el artista: «Señor, ¡usted no necesita justicia sino misericordia!»
En última instancia, todos nosotros necesitamos misericordia, mucho más que justicia. El tema de la «misericordia de Dios» recorre toda la Biblia. Dios es «rico en misericordia» (Efesios 2:4). La palabra griega ‘eleos’ significa «misericordia, compasión, piedad, clemencia». La misericordia de Dios está a tu disposición. En nuestros pasajes de hoy vemos algunos ejemplos de gente que recibe la misericordia de Dios.
Salmos 27:7-14
1. Las dificultades
Da igual las dificultades a las que te estés enfrentando en tu vida; aférrate a las promesas de Dios. Espera ver la bondad de Dios, no solo en el cielo cuando mueras, sino en los menesteres ordinarios de tu vida aquí en la tierra («en esta tierra de los vivos», v.13 CST).
David clama a Dios diciendo «compadécete de mí» (v.7b). Ser acusado injustamente es una experiencia horrible. David se enfrenta a «enemigos» (v.11b) y «falsos testigos» (v.12b). Al pasar por aquella experiencia tan dolorosa, clama a Dios por misericordia y, en medio de todas las acusaciones, es capaz de decir: «Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivos» (v.13).
La razón por la que David tiene esta confianza es porque reconoce que Dios es su Salvador (v.9b) y un padre perfecto. «Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos» (v.10).
Mucha gente experimenta dificultades hoy en día como resultado de la falta de amor de parte de sus padres. Pero sea cual sea la relación con tus padres, aun así puedes empezar a imaginar cómo sería una relación con un padre perfecto.
Dios es todo un padre. Su fidelidad es incuestionable, Su generosidad perfecta, Su afecto es delicado y amoroso. Su presencia es permanente y te acepta incondicionalmente. Su comunicación te edifica y es para tu mejor interés; Su autoridad es verdadera y justa.
Cuando David escribe «el Señor me recibirá» (v.10b), lo hace pensando en todos estos tipos de atributos paternales perfectos.
Dios no te va a fallar, especialmente cuando atraviesas dificultades. Algunos padres terrenales solo proveen amor y protección cuando sienten que sus hijos lo merecen. No es así con Dios. La sorprendente verdad es que nuestro Padre es misericordioso y nos da amor y protección, incluso cuando no lo merecemos.
«Oye, Señor, mi voz cuando a ti clamo; compadécete de mí y respóndeme. El corazón me dice: «¡Busca su rostro! Y yo, Señor, tu rostro busco [...] Guíame, Señor, por tu camino» (vv.7–8,11).
Marcos 10:13-31
2. Los niños
En una sociedad que no miraba con mucha estima a los «niños pequeños» (v.13), Jesús tuvo compasión de ellos (vv.13–16). Dijo: «El reino de Dios es de quienes son como ellos» (v.14b). Los abrazó y «los bendecía poniendo las manos sobre ellos» (v.16). Como comunidad eclesial, tenemos que asegurarnos de dar a los niños el mismo amor, protección y prioridad que Jesús les dio en cuanto a tiempo, energía y recursos.
De hecho, Jesús nos dice que seamos quienes seamos y tengamos la edad que tengamos, todos necesitamos aprender de los niños a la hora de ser parte del reino de Dios: «Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él» (v.15).
Jesús no está sugiriendo que nos comportemos como niños en todos los aspectos de nuestra vida. No debemos ceder a nuestros caprichos infantiles o dejar de asumir la responsabilidad de nuestras acciones. Pero, como los niños, tenemos que estar abiertos y receptivos, siendo honestos acerca de nuestros sentimientos, reconociendo lo frágil y vulnerables que somos y lo mucho que necesitamos de los demás. Como los niños, hemos de ser prontos en perdonar y avanzar en confianza.
Cuando reciben regalos, los niños suelen responder apasionadamente, con agradecimiento y emoción. En lo que respecta al reino de Dios, tenemos que ser exactamente igual: dependientes del regalo que Jesús nos hace y preparados para aceptarlo como un don que no merecemos, pero que Jesús en su misericordia nos da.
Señor, ayúdame a aprender de los niños, para ser como ellos en lo bueno y darles la misma prioridad que Tú les das.
3. Los pobres
Jesús invita al joven rico a «dar a los pobres» (v.21b). A buen seguro que aquello no era simplemente por su bien, sino porque los pobres eran otra de las prioridades de la vida y el ministerio de Jesús.
Señor, ayúdame a tener el mismo amor y compasión hacia los pobres que Tú tienes.
4. Los ricos
La compasión de Jesús alcanzó no solo a los pobres, sino también a los ricos. Jesús miró a aquel joven rico y «le amó» (v.21a, RVA-2015). Es tremendamente difícil que un rico entre en el reino de Dios (vv.24–25). La gente rica e incluso las naciones ricas, son en ocasiones los que más se resisten al evangelio. La riqueza puede llevar a la arrogancia y un tipo de autodependencia inadecuado. Aun así, Jesús dice que «para Dios todo es posible» (v.27).
Señor, gracias porque eres tan misericordioso, no solo con los pobres sino también con los ricos.
5. Los perseguidos
Jesús advierte de que todos sus seguidores serán perseguidos (v.30). Para algunos de nosotros las «persecuciones» son pequeñas y triviales. Puede que la gente se ría de ti, te ridiculice y se te oponga. Pero para millones de cristianos en todo el mundo, las persecuciones son más que reales y se dan físicamente.
Esta es una parte del costo de seguir a Jesús: la persecución. Siempre hay un costo por seguir a Jesús. Puede que perdamos amigos o que Jesús nos llame a dejar una situación o una relación. Pero el costo viene envuelto en bendición: ya en esta vida se recibe cien veces más (vv.29–30) y «en la vida venidera recibirá la vida eterna» (v.30,DHH). Dios será misericordioso con los perseguidos.
Señor, gracias por el ánimo, el ejemplo e la inspiración de aquellos que sufren duras cargas y dificultades por Ti. Dame la valentía para seguirte sin importar el costo.
Levítico 4:1-5:13
6. Los culpables
Todos somos culpables de pecado (Santiago 2:10). La palabra «culpa» aparece una y otra vez en este pasaje (Levítico 4:3,13,22,27; 5:2,3,4,5). Hay una pena que el pecado lleva aparejada (5:5-6). El apóstol Pablo nos cuenta que la pena del pecado es la muerte (Romanos 6:23).
Los elaborados sacrificios que se describen en este pasaje estaban preparando al pueblo para el único sacrificio perfecto de Jesús que murió por ti y por mí (los culpables) para que pudiéramos recibir la misericordia de Dios.
- Jesús expió tus pecados
El perdón no se da sin la expiación del pecado (Levítico 4:31,35; 5:10,13). Una definición de expiación es «la acción de compensar un mal o un daño que hace que dos partes queden en paz». En última instancia, solo Jesús puede hacer la perfecta expiación de nuestros pecados (Hebreos 2:17).
- Jesús murió como sacrificio de expiación
Podemos leer el complicado sistema sacrificial de «ofrendas por el pecado» (Levítico 4:3,29,33,34; 5:9,11,12). Jesús murió como «sacrificio de expiación» (Romanos 3:25) por tus pecados y los míos.
- Jesús fue el sacrificio perfecto
El sacrificio tenía que ser «sin defecto» (Levítico 4:3,28,32). En última instancia, solo Jesús podía ser el sacrificio perfecto (Hebreos 5:9).
- Jesús es el cordero de Dios
Como ofrenda por el pecado, se presentaba un cordero (Levítico 4:32). La persona culpable tenía que ponerse las manos en la cabeza. El cordero moría como ofrenda para quitar el pecado. Jesús es el «Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29).
- La sangre de Jesús se derramó por ti
El sacerdote tenía que tomar «un poco de la sangre del sacrificio expiatorio [...] después de lo cual derramará al pie del altar el resto de la sangre» (Levítico 4:34). La sangre representa la vida del animal (17:11). Derramar la sangre era un acto que simbolizaba que el animal había muerto en lugar de la persona que hacía el sacrificio. La sangre de Jesús fue derramada por ti y por mí (Mateo 26:28).
- Jesús puso la misericordia de Dios al alcance de todos
Las palabras «perdón» y «perdonado» aparecen una y otra vez (Levítico 4:20,26,31,35; 5:10,13). «Sin derramamiento de sangre no hay perdón» (Hebreos 9:22). Por medio de la sangre de Jesús es posible el perdón (Efesios 1:7). Como consecuencia, la misericordia de Dios está al alcance de ti y de mí.
Señor, muchas gracias porque ya no tengo que pasar por aquellos elaborados procesos para obtener misericordia y perdón. Gracias por que el perdón total está disponible para mí por medio de Jesús. Gracias por tu gran amor por mí, tú eres «rico en misericordia» (2:4).
Pippa Adds
Levítico 4:1–5:13
Vágame Dios, ¡qué sacrificios aquellos! Qué manera más enredada y complicada para ser perdonado. Es tan maravilloso que podamos acudir a Jesús en silencio y humildad, pedirle que nos perdone y ser limpios de nuestros pecados. ¡Es algo totalmente asombroso!
References
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