La Biblia con Nicky y Pippa Gumbel 2018Sample
Seis claves para usar tus palabras para el bien
Incluyendo las palabras científicas, hay más de un millón de palabras en la lengua inglesa. La persona media conoce unas veinte mil palabras y usa dos mil palabras diferentes por semana. Hombres y mujeres pronuncian una media de 16 000 palabras al día.
Tus palabras importan. Pero lo que más importa no es el número de palabras que pronuncias sino el tipo de palabras que eliges, así como el propósito con el que las usas. El apóstol Santiago nos cuenta que aunque «la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo», es extremadamente poderosa (Santiago 3:5). En los pasajes de hoy vemos cómo pueden ser usadas tus palabras para el bien o para el mal, de la misma manera que el apóstol Santiago lo describe. Cada día tienes el gran potencial de destruir o construir con ellas.
En nuestros pasajes de hoy vemos seis claves para usar tus palabras para el bien.
Proverbios 4:1-9
1. Escucha palabras de sabiduría
No quisiera que llegara el final de mi vida y tener que mirar atrás arrepintiéndome de las decisiones que tomé. La sabiduría te ayuda a tomar decisiones en el presente con las que estarás contento más adelante.
En este pasaje, vemos el valor de aprender de las palabras sabias y las enseñanzas de los demás: «Aférrate de corazón a mis palabras; obedece mis mandamientos, y vivirás. Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no olvides mis palabras ni te apartes de ellas» (vv.4–5). La disposición a aprender está en el meollo de la sabiduría. Aunque requiere de un duro trabajo, tiene un valor inmenso: «Antes que cualquier otra cosa, adquiere sabiduría» (v.7b).
Aquí, el enfoque se centra en que los jóvenes aprendan de los ancianos. Un padre enseña a sus hijos: «Hijos, atiendan a los consejos de su padre» (v.1, DHH). Se anima a los hijos a que aprendan todo lo que puedan de sus padres. Los progenitores tienen la responsabilidad de transmitir toda la sabiduría que puedan a sus descendientes.
Tenemos que valorar el aprendizaje a lo largo de toda nuestra vida, estimarlo y practicarlo (v.8). Como mi abuela solía decir: «El día en que deje de aprender, desearía morirme».
No basta con escuchar palabras sabias, hay que llevarlas a la práctica en nuestra vida (vv.2,4,5b). Practica las palabras de Dios y adquirirás sabiduría.
Si adquieres sabiduría e inteligencia de las cosas «te enaltecerá; abrázala, y te honrará; ¡te obsequiará con la más bella guirnalda y te coronará con ella! » (vv.8–9 DHH).
Señor, enséñame a crecer en sabiduría y escuchar las palabras sabias, así como a practicar tus enseñanzas en mi vida.
Mateo 24:1-31
2. Aférrate a las palabras de Jesús
¿Cuándo se acabará el mundo? ¿Cómo será su final? Las palabras que Jesús dirige aquí a sus discípulos tratan acerca del futuro, respondiendo a sus preguntas sobre la caída de Jerusalén —la cual sucedió en el 70 d.C. — y sobre el final de los tiempos (la pregunta está en Mateo 24:2). El pasaje puede parecer confuso, pues es difícil desenredar los dos temas. El propósito de Jesús no era dar una cronología específica del futuro, sino ayudar a que sus discípulos no se preocuparan o se distrajeran por lo que iba a acontecer.
Al final de esta sección (la cual empezamos hoy y acabaremos mañana), Jesús dice: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán» (v.35). Hay mucha incertidumbre acerca del final de los tiempos. Aun así, algunas cosas están claras:
- Habrá mucho falsos profetas (vv.4–5,23–26)
- Habrá mucha confusión, persecución, división e incluso caídas (vv.6–12)
- El amor de muchos se enfriará (v.12)
- Cuando todo esto suceda, será evidente para todos (vv.27–31).
La primera vez, Jesús vino en debilidad; la segunda vez que venga, regresará en poder (vv.27, 30–31).
Mientras esperas el regreso de Jesús, aférrate a sus palabras y niégate a dejar que tu amor se enfríe (v.12). Es muy importante mantener tu corazón encendido de amor por l, recordando tu primer amor (Apocalipsis 2:4). Como escribe Joyce Meyer: «Suscita el amor en tu vida (a tu cónyuge y a tu familia, amigos, vecinos y colegas), tiende tu mano a quienes padecen necesidad. Ora por la gente y bendícelos. Crece hasta el punto que los primeros pensamientos de tu corazón cada mañana, sea acerca de cómo puedes bendecir a otra persona en ese día».
3. Discierne las palabras proféticas
La «profecía» es un don del Espíritu Santo. Escucha atentamente las palabras del «profeta». Este pasaje nos recuerda la importancia de las profecías genuinas (aunque ninguna de las profecías modernas tenga el mismo nivel de autoridad que las de las Escrituras).
Tenemos que distinguir las profecías verdaderas de las falsas. Jesús nos advierte contra los falsos profetas que «surgirán y […] engañarán a muchos» (Mateo 24:11). Nos avisa de que los falsos profetas tratarán de engañar al pueblo diciéndole: «“¡Miren, aquí está el Cristo!” o “¡Allí está!”» (v.23). Jesús nos dice que no les creamos. Son «falsos mesías y falsos profetas» (v.24) que surgirán por todas partes.
Por otro lado, Jesús reafirma las palabras de los verdaderos profetas. Anuncia que las palabras «de (las) que habló el profeta Daniel» se cumplirán (v.15; ver Daniel 9:27; 11:31; 12:11) y cita al profeta Isaías (ver Isaías 13:10; 34:4): «Se oscurecerá el sol y no brillará más la luna; las estrellas caerán del cielo y los cuerpos celestes serán sacudidos» (Mateo 24:29).
De hecho, en su descripción de su regreso (v.27 en adelante, ver especialmente el v.30) sostiene implícitamente que es el Hijo del Hombre mesiánico profetizado por Daniel (ver Daniel 7:13).
4. Pronuncia palabras que transformen vidas
Las palabras de Jesús cambiaron totalmente mi vida cuando tenía 18 años. Desde entonces, he sido testigo —con alegría y con frecuencia, con asombro— del poder transformador de su mensaje en las vidas de otras personas.
Se nos ha dado la tarea de llevar el transformador mensaje del Evangelio al mundo entero, en lo que media entre su primera y su segunda venida: «Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin» (Mateo 24:14).
Las palabras del evangelio son poderosas y transforman vidas. El apóstol Pablo afirmó: «No me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen» (Romanos 1:16). Nunca dejes de proclamar el evangelio. Disfrutas del gran privilegio de ser depositario de unas palabras que tienen el potencial de cambiar las vidas de las personas de una manera radical, desde ya en esta vida así como para la eternidad.
Señor, gracias porque tus palabras son eternas. Gracias por el inmenso privilegio de poder usar las palabras más poderosas del mundo para ver la vida de la gente transformada por Jesús. Ayúdame a aprovechar cada oportunidad para dar a conocer este mensaje a cuanta más gente me sea posible.
Job 35:1-37:24
5. Evita pronunciar palabras vacías
Los ataques verbales de Eliú continuaron con su habitual mezcla de falsedades y medias verdades. Afirmó: «Te aseguro que no hay falsedad en mis palabras» (36:4) cuando de hecho lo eran. Insinuó que nuestros pecados no afectan a Dios (35:6). De hecho, nuestros pecados tienen un efecto en Dios, como vemos en su máxima expresión en la cruz de Jesús.
Irónicamente, Eliú dijo algo acerca de Job que, aun no siendo cierto, sí que lo era para el mismo. Dijo: «Pero tú, Job, abres la boca y dices tonterías; hablas mucho y no sabes lo que dices» (v.16). «¡Pero, Job, estás diciendo cosas sin sentido!» (v.16, DHH). Eliú hace una descripción perfecta de su propio discurso. Son palabras vacías dichas sin conocimiento. Eliú «habla mucho» criticando a Job.
El hecho de que todos seamos capaces de decir tonterías, no significa que debamos callarnos. Al contrario, significa que debemos ser conscientes del enorme potencial que todo ser humando tiene para influir en las vidas de los demás con su lengua. Puede que no tengamos el poder que viene del dinero, la fama o la posición; pero todos tenemos el poder y el potencial que vienen de ser capaces de comunicarnos con palabras.
6. Practica las palabras de Dios
Eliú dijo unas cuantas cosas en este pasaje acerca de las palabras de Dios (37:4-13). Por fortuna, Dios mismo está a punto de hablar. ¡Qué alivio! Hemos tenido que soportar palabras vacías de falso consuelo capítulo tras capítulo. Así es el mundo en el que vivimos. Es un gran alivio cuando Dios habla. Las palabras de Dios son como el maná del cielo, como el agua en el desierto.
Señor, que las palabras que yo pronuncie hoy sean guiadas por el Espíritu Santo. Salvaguarda mis labios y vigila mi lengua.
Gracias por hablarme y porque tus palabras son tan poderosas y transformadoras. Ayúdame a ser alguien que escucha tus palabras, habla de ellas y las practica.
Pippa Adds
¡Eliú me resulta aburrido!
References
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