La Biblia con Nicky y Pippa Gumbel 2018Sample
Enfrentar las tormentas de la vida
El 31 de julio de 2003 el aventurero Bear Grylls lideró un equipo de cinco personas en un viaje a través del océano Atlántico norte sobre un bote inflable. Salieron de Halifax, Nueva Escocia (Canadá) con rumbo hacia Jonh o’Groats, Escocia (Reino Unido). Pero el 5 de agosto se desató una gran tormenta. Había olas de treinta metros. Perdieron contacto con el satélite. Ellos (y nosotros) temieron por sus vidas. Afortunadamente, sobrevivieron para contar la historia (ver el libro Facing the Frozen Ocean, escrito por Bear Grylls).
No todos pasaremos por tormentas físicas de ese tipo. Pero Jesús dijo que en la vida enfrentaríamos tormentas (Mateo 7.25-27). La vida no es sencilla. Las tormentas son muchas y variadas. Como vemos en los pasajes de hoy, Abraham, David y los discípulos de Jesús enfrentaron tormentas. ¿Qué aprendemos de su ejemplo?
Salmos 7:10-17
1. Toma el escudo de la fe
En medio de las tormentas, David dice: «Mi escudo está en Dios […] ¡Alabaré al Señor por su justicia! ¡Al nombre del Señor altísimo cantaré salmos!» (vv.10a,17).
Si caemos en la tentación y comenzamos a disfrutarla y alimentarla, David advierte: «Miren al preñado de maldad: Concibió iniquidad y parirá mentira» (v.14). En otra metáfora lo compara como cavar un hoyo, quitar la tierra con una pala y luego caer en el pozo que hemos hecho (v.15).
El apóstol Pablo dice que hemos de tomar el escudo con el que podremos extinguir todas las flechas encendidas del maligno (Efesios 6:16). El escudo es el «escudo de la fe» o, como David lo expresa aquí, su escudo es «Dios» (Salmo 7:10). Esta es la mejor protección que podemos tener contra los ataques del enemigo.
Señor, gracias porque puedo decir con el salmista: «Mi escudo está en Dios».
Mateo 8:23-9:13
2. Confía en Jesús el Salvador
En ocasiones, las tormentas de nuestra vida aparecen sin advertencia previa. Jesús estaba en la barca con sus discípulos durmiendo cuando «de repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca» (8:24).
Probablemente los discípulos estaban acostumbrados a las tormentas del mar de Galilea; el lago era conocido por sus tormentas repentinas, que agitaban las aguas y generaban olas de seis metros de altura. No obstante, esta tormenta debe haber sido particularmente grave porque los discípulos despertaron a Jesús y dijeron: «¡Nos vamos a ahogar!» (v.25).
Es normal sentir pánico durante las tormentas (¡ciertamente así ocurre conmigo!). En ocasiones pareciera que Jesús está «dormido» (v.24). Como si no hiciera nada con nuestros problemas. Pero afortunadamente podemos clamar, como hicieron ellos: «¡Señor, sálvanos!» (v.25).
La respuesta natural ante las tormentas de la vida es dudar y temer. Jesús dice que la respuesta a las tormentas debe ser la confianza («Hombres de poca fe», v.26a) y no tener miedo («¿Por qué tienen tanto miedo?», v.26a). Jesús es capaz de calmar la tormenta y eso es justamente lo que hizo.
Habiendo mostrado control sobre los elementos naturales («hasta los vientos y las olas le obedecen», v.27), prosigue demostrando control sobre los poderes del mal mediante la liberación de dos endemoniados (vv.28-34). Jesús estaba más interesado en la gente que en las posesiones, a diferencia de quienes le rogaron que abandonara su región (v.34).
Jesús luego enfatiza que el perdón es más importante que la sanidad. Pero la sanidad no es algo menor. Jesús realiza ambas cosas. Muestra su poder sobre la enfermedad y la discapacidad al sanar a un paralítico (9:1-2). «Al ver esto, la multitud se llenó de temor, y glorificó a Dios por haber dado tal autoridad a los mortales» (v.8).
En medio de las tormentas hay tiempos de calma. El pasaje de hoy concluye con un momento así cuando Jesús llama a Mateo a seguirlo. Jesús es invitado a cenar en la casa de Mateo.
Los fariseos se muestran sorprendidos al ver que Jesús come con «muchos recaudadores de impuestos y pecadores» (v.10) y dicen: «¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores?» (v.11).
«Al oír esto, Jesús les contestó: “No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. Pero vayan y aprendan lo que significa: ‘Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios’. Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores”» (vv.12-13).
La misericordia de Dios es su bondad y perdón hacia personas que no lo merecen. Hoy puedes recibir y disfrutar su misericordia y luego ser compasivo con los demás.
Señor, gracias porque en todas las tormentas de la vida puedo clamar: «¡Señor, sálvanos!». Ayúdame a confiar en ti en estos momentos y no tener miedo.
Génesis 21:1-23:20
3. Agradece a Dios su provisión
Abraham ciertamente enfrentó tormentas en su vida. El pasaje de hoy está lleno de batallas, pero comienza con un maravilloso momento de calma en medio de estas tormentas. «Tal como el Señor lo había dicho, se ocupó de Sara y cumplió con la promesa que le había hecho» (21:1). Como a veces ocurre con nosotros, tuvieron que aguardar un largo tiempo. Pero la promesa de Dios se cumplió oportunamente. Durante el período de espera, el desafío es seguir confiando en Dios.
«Sara quedó embarazada y le dio un hijo a Abraham en su vejez. Esto sucedió en el tiempo anunciado por Dios» (v.2). Fue un momento de gran alegría. Sara dijo: «Dios me ha hecho reír, y todos los que se enteren de que he tenido un hijo, se reirán conmigo» (v.6).
Pero muy pronto Abraham enfrentó una tormenta en su propia casa. Ismael se burlaba de Isaac (v.9) y esto provocaba divisiones más profundas en la familia (v.10). Trágicamente, Agar e Ismael tuvieron que marcharse (v.14). En última instancia estas divisiones fueron consecuencias del pecado previo de tener relaciones con Agar y no creer que Sara podía tener un hijo.
A veces las situaciones más difíciles son las que uno mismo provoca. Aun así, Dios sigue con Abraham (vv.12-13) y vela por Agar e Ismael, bendiciéndolos (vv.17-18). Esta es otra historia bastante extraña que resulta difícil de entender, pero en ella vemos la gracia de Dios en acción en medio de una circunstancia pecaminosa.
Abraham estaba por enfrentar la tormenta más grande de su vida: «Dios puso a prueba a Abraham» (22:1).
A veces Dios permite que seamos probados. Personalmente no creo que Dios se propusiera ni por un momento que Abraham sacrificara realmente a su hijo Isaac. El sacrificio de niños siempre fue una abominación ante el Señor. Pero quería establecer las prioridades de Abraham.
El Nuevo Testamento nos recuerda que esta prueba llegó luego de las promesas de Dios a Abraham sobre Isaac (Hebreos 11:17-19) y por lo tanto se constituyó como una prueba tanto de la fe de Abraham como de sus prioridades.
Fue una prueba de su fe porque fue desafiado a confiar en que Dios cumpliría sus promesas sobre Isaac aun si estuviera dispuesto a sacrificarlo. Abraham tenía que confiar, sin importar lo que ocurriera, que Isaac le sería restaurado (v.19).
Pero también fue una prueba de las prioridades de Abraham. Tu relación con Dios debe ser la prioridad principal sobre los demás amores, por encima de la visión que Dios te haya dado para tu vida y aun por delante de tus relaciones humanas más estrechas. Abraham estuvo dispuesto a obedecer a Dios sin importar el costo. Su gran fuerza era que amaba a Dios más que a cualquier cosa o persona.
Afortunadamente, Dios proveyó el sacrificio necesario («El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios», Génesis 22:8). Esto prefiguraba el gran sacrificio que Dios haría en nuestro lugar. Al pensar cómo se habrá sentido Abraham en cuanto a la posibilidad de sacrificar a su único hijo, obtienes un indicio de lo que le costó a Dios dar a su único Hijo por ti y por mí (Juan 3:16).
Jesús es el «Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29). Si Dios proveyó el sacrificio máximo para satisfacer tu necesidad más grande, ¿acaso no proveerá para satisfacer tus demás necesidades? Aquí Abraham llama a Dios Jehová-jireh, o «el Señor provee» (Génesis 22:14). Es importante reconocer que la provisión de Dios es parte de su carácter.
Dios es el gran proveedor. Muy a menudo he comprobado la veracidad de esto en mi propia vida y nuestra comunidad. Dios es fiel a sus promesas. Como señala el apóstol Pablo: «Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús» (Filipenses 4:19).
Nuestra tarea es obedecer a Dios (buscar «primeramente el reino de Dios y su justicia», Mateo 6.33a) y él promete que si lo hacemos, proveerá para todas nuestras necesidades («y todas estas cosas les serán añadidas», v.33b).
La provisión y la bendición de Dios son increíblemente grandes (Génesis 22:16-18). Incluyen esto: «Todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tu descendencia [Cristo]» (v.18).
Señor, gracias porque eres escudo, proveedor y Salvador. Ayúdame a confiar en ti y no tener miedo. Ayúdame a tenerte como la prioridad número uno en mi vida.
Pippa Adds
Mateo 8:23–9:13
El pasaje de hoy del Nuevo Testamento me recuerda sobre la importancia de confiar en Jesús aun cuando las cosas no luzcan grandiosas. Él tiene el poder de resolver incluso la más difícil de las situaciones (8:26,32; 9:5-6).
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