VOLVER A LA FE

En la mañana del 10 de junio de 1770, el navegante Británico James Cook y su tripulación se acercaban por fin a la costa nororiental de Australia después de muchos meses en altamar. Ansiosos por llegar a tierra firme, comenzaron las preparaciones necesarias para desembarcar, sin embargo, no todo saldría según lo planeado. A las 6pm, estando ya a pocos kilómetros de la costa, el barco golpeó un arrecife y quedó gravemente dañado. En un intento por evitar que la embarcación encallara, se dirigieron a aguas más profundas, donde se llevaron a cabo reparaciones de emergencia. Tiempo después Cook nombraría aquel lugar como “Cabo Tribulación”, porque según él “fue allí donde comenzaron todos nuestros problemas”.

Al igual que el Reino Unido, de donde provenía James Cook, el antiguo reino de Axum, en la actual Etiopía, también era una importante nación náutica. Sus navegantes pasaban mucho tiempo en altamar y debían convivir constantemente con condiciones climáticas complicadas. Su experticia llegaba hasta el punto de que descubrieron que los vientos tormentosos de la temporada monzónica eran provechosos para navegar velozmente con embarcaciones de vela. En otras palabras, en vez de temer la tormenta, la utilizaban para su ventaja.

Casi todos, en algún momento de nuestra vida, hemos pasado por temporadas que ponen a prueba nuestra fe. Vivimos en un mundo caído, hundido en pecado y cuyo estado natural es la tragedia. Aunque seamos hijos de Dios no estamos exentos de sufrir (Juan 16:33). Perder un trabajo, la muerte de un familiar, un problema de salud o el divorcio pueden parecernos un “Cabo tribulación” personal.

Puede que parezca difícil, pero debemos tener en mente que Dios siempre tiene el control y su entendimiento de la situación es completo, mientras que el de nosotros es profundamente limitado (Isaías 55: 8). Cuanto más arrecie la tormenta, debemos aferrarnos más a Él, buscarlo en oración constantemente y pedirle que la situación cambie, no de acuerdo a nuestros deseos, sino a su voluntad, y que podamos ejercitar nuestra fe en Él.

Ejercer la fe en momentos de dificultad y confiar en Dios, es una situación en la que, incluso, los más destacados personajes bíblicos se han visto involucrados. Pablo nos cuenta, en su Segunda Carta a los Corintios, que durante muchos años cargó con una espina en su cuerpo (probablemente una enfermedad) y varias veces oró al Señor para que la removiera, sin embargo, Él le respondió: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9 NVI). Usemos los momentos difíciles para recordar que lo único que realmente necesitamos es el amor de nuestro Padre.

Cuando nos encontremos en medio de la tormenta, no tomemos la actitud derrotista de James Cook en Cabo Tribulación, recordemos que el Señor Todopoderoso es quien pelea nuestras batallas. En cambio, usemos los vientos huracanados como los antiguos habitantes de Axum, para que éstos nos lleven a destinos antes inalcanzables y aumenten en nosotros la confianza en Dios como capitán del barco de la vida.

Aunque la tormenta nos agarre desprevenidos y parezca no tener sentido, Dios actúa por medio de ella, para fortalecer el carácter, hacernos más tenaces y formarnos como navegantes experimentados, capaces de convertir las adversidades en momentos de crecimiento y provecho.

Tener fe es permitir que Dios tomé el control del barco de nuestra vida.

Si Dios nunca ha fallado ¿Por qué dudas de Él?